Edificio Carrera

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viernes, 28 de marzo de 2014

Un Minrel más horizontal (Julio Cordano)

"Antigüedad es grado", se escucha a menudo en los pasillos del Ministerio.

Este es un concepto profundamente enraizado en nuestra cultura institucional. Se manifiesta en que la antigüedad (es decir, el lugar en el orden jerárquico que establece el escalafón) es la base sobre la que se distribuyen las funciones que debe cubrir el Servicio Exterior, ya sea en una Dirección o en una Misión, Embajada o Consulado.

Es hora de pensar un sistema que supere esa lógica rígida e innecesariamente jerarquizada.

Primera precisión: es necesario reconocer que la experiencia es importante en todas las instituciones. Y es sin duda un criterio válido para asignar responsabilidades. Sin embargo, la forma como está aplicado este principio en la Cancillería replica un orden que no distingue adecuadamente habilidades ni competencias, emulando una jerarquía militar ciega a otros criterios y que en un servicio civil como el Ministerio no debiera ser la norma fundamental.

Por años se ha hablado de que el Ministerio debiera tener estructuras más horizontales, menos jerarquizadas, donde las decisiones sean más colegiadas y participativas. Donde se estimule la capacidad de tomar decisiones más abajo en la estructura ministerial. Donde se estimule la expresión de la opinión profesional para una mejor gestión de la política exterior. Donde los que traen una mayor preparación y experiencia en un tema dado sean los más consultados sobre ese tema. Y donde el trabajo de los diplomáticos, en Chile y en el exterior, evolucione hacia un sistema de "policy advice".

Pero como ocurre muy a menudo entre nosotros, la crítica y la queja no siempre trae aparejado una propuesta de cambio. 

El primer paso es repensar las jerarquías, al menos como se han entendido históricamente en la Cancillería. Aquí corresponde una segunda precisión: las jerarquías deben existir, son necesarias, también en la Cancillería. Siempre que haya poder público, deberá existir una línea de mando.

Sin embargo, las estructuras verticales, como la nuestra, no admiten la suficiente flexibilidad para que las personas, sin perjuicio de los años que tenga en el sistema, o el lugar que ocupe en el escalafón, hagan el mejor aporte que sus capacidades y sus especialidades permitan a la política exterior de Chile.

Esto no significa poner a jóvenes a cargo de personas de más edad, o alterar el orden del escalafón, ya que iría en contradicción con los principios de experiencia y jerarquía precisados anteriormente.

De hecho, significa algo mucho más simple. Significa que el escalafón es un instrumento que no sirve para estos propósitos en una institución como Cancillería. Que exceptuando a los Embajadores, el escalafón es tremendamente ineficiente para asignar funciones, porque lo hace con un criterio de antigüedad y no de especialidad. Es urgente por lo tanto que repensemos el rol que tiene el escalafón.

Imaginemos por un momento que lo eliminamos. Si el escalafón se elimina, habría que contrapesar esta decisión al menos con dos consideraciones. Primero, que haya un mecanismo de reconocimiento a la experiencia dentro del sistema (la precisión N°1 anotada arriba). Segundo, que el Ministerio conserve una jerarquía (mucho más horizontal) que permita un funcionamiento armónico de sus estructuras (precisión N°2).

Sigamos imaginando (los Embajadores, que son de confianza del Presidente, no forman parte de este ejercicio de imaginación). Y el resto de los miembros del Servicio Exterior? Visto que lo que necesitamos es flexibilidad para opinar, para proponer, para tener iniciativa, sería mejor tener un sistema que no sea prescriptivo en sus estructuras, es decir, que se vaya armando solo a medida que su dinámica interna estimule a todos a validar sus propias capacidades.

A veces, la solución más sencilla es la más directa y evidente. La imaginación nos lleva a pensar que habría que eliminar todos los grados. Y tirar sólo una línea, una distinción mínima de experiencia por años de servicio, que simplemente separe a "juniors" de "seniors". Por ponerla en algún lugar, en esta pincelada imaginaria, la ponemos en el límite de veinte años de servicio. Así, en un Minrel sin escalafón ni grados, un especialista con menos de veinte años de servicio no puede asumir jefaturas de Misión, o de Direcciones. 

Y la escala de sueldos? Y las calificaciones? y el concepto de carrera? Esas son discusiones válidas pero que no son impedimientos. Estos y otros temas implícitos en una reforma mayor como esta, son perfectamente abordables una vez que se decida horizontalizar las estructuras. 

No seremos los primeros que hagamos este tránsito. Basta con tomar la decisión de hacerlo. El primer paso es darle contenido a la antigua queja (tan llena de denuncia como vacía de propuesta) de tantos colegas que han acusado que el Ministerio es excesivamente rígido y jerarquizado. Y nos acerquemos más a una lógica de competencias, flexibilidad, integración y horizontalidad. Imaginemos que se puede.

Julio Cordano


miércoles, 26 de marzo de 2014

Diplomáticos Gay (César Gamboa)

El 16 de enero pasado, el diario The Advocate publicó un interesante artículo titulado: “The Changing Face of Diplomacy”. Su autor, Dominic Bocci, toma como punto de partida de su escrito la nominación como embajador de James Hormel por Bill Clinton en 1999, y la oposición que arreció desde el frente conservador por ser aquél abiertamente gay. Su reseña histórica luego destaca la nominación de Michael Guest como embajador en Rumania entre 2001 y 2004 y el reconocimiento de Collin Powell de la pareja de este diplomático, siendo un momento histórico en la consagración de la presencia de diplomáticos gay en el servicio exterior de Estados Unidos. Bocci es optimista al reconocer que Obama ha nominado cinco embajadores abiertamente gay, dando pie al título de su artículo, referente a la nueva aceptación que, en el desempeño de labores diplomáticas, han recibido quienes en otro momento histórico habrían sido desplazados o rechazados.

¿Cuál es la actitud que en Chile existe al respecto? Hasta el momento, no es claro que ser abiertamente gay implique un problema en el servicio exterior. Sin embargo, tampoco existe una actitud clara en relación con la necesidad de que este aspecto específico de la vida de algunos sea reconocido e institucionalmente aceptado. 

La aceptación institucional significa, entre otras cosas, que en la determinación de las competencias de un funcionario no sea considerada su orientación sexual como índice de su desempeño o como una mácula con incidencias negativas. Al mismo tiempo, se debe promover que el ambiente laboral no sea contaminado por discursos homofóbicos o descalificatorios en razón de la sexualidad. Una política efectiva de no discriminación debiera incluir la promoción de un ambiente tolerante y dispuesto a la convivencia sin pretensiones de ningún tipo.

En todo caso, no se debe desconocer que, a pesar de no existir ningún pronunciamiento positivo al respecto, la Cancillería chilena tampoco es un lugar donde institucionalmente existan problemas de discriminación. Ello no obsta a que una mejora sea posible, especialmente en lo que se refiere a que exista plena certeza de que nadie será perjudicado por su orientación sexual o que, en caso de serlo, contará con el respaldo de las autoridades cuando un reclamo formal sea procedente.

Finalmente, también debe institucionalizarse que los diplomáticos gay que salen destinados puedan ser acompañados de sus respectivas parejas cuando ello sea procedente. Esto último debe ser más que una concesión entregada a la buena voluntad de la autoridad y debe convertirse en un principio estable que, además, encuentra su justificación legal en el Art. 1 de la Ley 20.609 o Ley contra la Discriminación:

Corresponderá a cada uno de los órganos de la Administración del Estado, dentro del ámbito de su competencia, elaborar e implementar las políticas destinadas a garantizar a toda persona, sin discriminación arbitraria, el goce y ejercicio de sus derechos y libertades reconocidos por la Constitución Política de la República, las leyes y los tratados internacionales ratificados por Chile y que se encuentren vigentes.

El innegable avance que Chile ha tenido en estas materias requiere una necesaria actualización de las prácticas institucionales con el fin de consagrar la igualdad de oportunidades y la promoción de las condiciones necesarias para que cada uno alcance su pleno desarrollo individual sin que la orientación sexual sea un obstáculo que limite o perjudique a funcionarios igualmente capaces y comprometidos con el servicio público.

César Gamboa

viernes, 21 de marzo de 2014

La imperiosa necesidad de un cambio (Iván Favereau U.)



Gracias a este blog hemos ido conociendo una serie de visiones y opiniones que dan cuenta del profundo anhelo de cambio existente entre un importante número de funcionarios del Servicio Exterior de Cancillería. Creo, asimismo, que tal anhelo se extiende hacia un número igualmente importante de funcionarios profesionales y administrativos del MINREL, espectadores también del progresivo anquilosamiento  que vive nuestra institución.

Como ya se ha dicho en varios otros artículos, tal proceso no se inició hace un par de años sino más bien hace varias décadas atrás.  Ya en 1948 nuestro Premio Nobel, Pablo Neruda, hacía una mordaz crítica a nuestra estructura funcionaria  en su poema “Diplomáticos” al señalar que “Si usted nace tonto en Rumania sigue la carrera de tonto/ si usted es tonto en Avignon/  su calidad es conocida/ por las viejas piedras de Francia,/ por las escuelas y los chicos irrespetuosos de las granjas./ Pero si usted nace tonto en Chile/ pronto lo harán Embajador” (ver poema completo en http://www.literatura.us/neruda/general.pdf , p.227).

Las palabras de Neruda dan cuenta que ya hace más de 60 años nuestra diplomacia evidenciaba señales de poseer una cultura organizacional decimonónica con lastres que perviven hasta hoy. Cuesta entender, por lo tanto,  que tan poco se haya hecho desde entonces por  su modernización y actualización a los requerimientos del mundo contemporáneo.

Es cierto que durante el período de la dictadura militar no hubo espacio ni incentivos para impulsar debates ni cambios. El temor reverencial existente hacia la autoridad atentó contra la libre expresión de ideas transformándonos en un cuerpo de civiles jerarquizados, obedientes y no deliberantes. Parte de esta cultura, debemos reconocer, sigue presente en nuestro MINREL.

No obstante, el mundo cambió -y dramáticamente- en mucho aspectos.  La obediencia y no deliberación a todo evento de aquella época pasó de ser una actitud considerada como virtuosa por la autoridad a una peligrosa característica que ha terminado por crear una imagen generalizada y distorsionada de nuestro Servicio Exterior que, en muchos casos, es percibido como un cuerpo funcional a la administración de turno pero incapaces de aportar conocimiento y experiencia en la definición de nuestra política exterior.  Asimismo, la imposición por años de un sistema de jerarquías basado únicamente en la antigüedad ha inhibido el desarrollo de los talentos profesionales de quienes han hecho un esfuerzo por formarse adecuadamente.

Desde 1990 en adelante se ha hecho poco. Cambios profundos que permitan un lineamiento estratégico para enfrentar los desafíos internacionales de las próximas décadas no han ocurrido. Es cierto que nuestra diplomacia puede exhibir importantes logros durante todo este tiempo, sin embargo, resulta evidente el agotamiento que sufre esa diplomacia ultra jerárquica, elitista y versallesca, que malamente estructura nuestras formas de trabajo y que hace tiempo fue superada en aquellos países más desarrollados de nos sirven de guía. Asimismo, es clara la progresiva pérdida de espacios que afecta a nuestro MINREL como principal actor de la política exterior de Chile frente a otras instituciones del aparato público y también privadas.

Si a lo anterior sumamos la incapacidad de este sistema por auto renovarse estamos entonces frente a una “tormenta perfecta” que, inevitablemente, golpeará las estructuras de organización del MINREL. El progresivo ingreso de estudiantes a la Academia Diplomática con niveles de calificación profesional cada vez más alto exige que quienes conducen nuestra Cancillería entiendan esta realidad y asuman la tarea de llevar adelante una profunda reestructuración de esta institución. No existe otra opción si pretendemos conservar cierto “monopolio” en el manejo de las relaciones internacionales de Chile.

Por ello, los cambios que parecen estar introduciéndose estarían apuntando en el sentido correcto al nombrar como embajadores a funcionarios con calificaciones profesionales probadas que permiten elevar los estándares de todo el Servicio Exterior. Es cierto que la posesión de un título profesional no asegura un desempeño exitoso en la alta diplomacia y existen varios ejemplos de reconocidos embajadores -formados en nuestra Academia Diplomática- que han hecho un gran aporte a nuestra política exterior. Pero  la experiencia y el criterio que se puede adquirir con años de servicio, sin duda, se verán reforzados y complementados positivamente por una base de conocimientos especializados capaces de producir una sinergia que debiera ser una de las principales fortalezas que precisamente caracterice a los funcionarios del Servicio Exterior de Chile.

Más allá de los reparos y problemas que provocará, el cambio es necesario. Si pretendemos continuar siendo un actor decisivo en la política exterior de nuestro país debemos adaptarnos rápidamente a los nuevos tiempos. Para quienes compartimos estas ideas el cambio propuesto resulta un deber ético que hoy debemos impulsar. Si no lo hacemos, más temprano que tarde los futuros diplomáticos chilenos nos enrostrarán nuestra incapacidad de actuar y preocuparnos por el futuro del MINREL.

Iván Favereau U.

Es un problema de actitud... (Rodrigo Waghorn)

Luego de haber leído todos los posteos de nuestros blogueros Minrel, concuerdo con la mayoría de los diagnósticos e impresiones que existen en nuestra casa sobre la crisis institucional que vive el Ministerio, pero difiero también sobre cuál es la principal solución a nuestros bien intencionados y justos reclamos.  Necesitamos medidas de modernización urgentes, eso está clarísimo, ¿quién lo podría negar?  El escalafón nos tortura, las faltas de incentivos apropiados a los méritos nos atormentan, pero no existe un cambio real si no comenzamos por nosotros mismos.

Lo primero que necesitamos, de manera aún más urgente que aquellos esperados cambios estructurales, es un Cambio de Actitud, un redescubrir de nuestra pasión por el trabajo, una urgente búsqueda motivacional que nos lleve a los momentos en que elegimos esta carrera, cuando decidimos representar a Chile en el extranjero y no a nosotros mismos en nuestras propias ambiciones.  Es como cuando Jerry McGuire, el representante deportivo de la pantalla grande interpretado por Tom Cruise,  despierta afiebrado en la mitad de la noche y se da cuenta que su trabajo no significa nada si no pone por delante su pasión por ofrecer un servicio personalizado y de calidad a sus representados.  Se da cuenta de que se había transformado en una máquina de hacer dinero y mentiras a sus clientes.  McGuire cambió, reencontró la pasión perdida y ganó su batalla personal.

Tener actitud es la forma de enfrentar nuestro trabajo, lo que implica, entre otros elementos, creer de verdad en nuestra función y buscar, de esa forma, agregar valor a la Política Exterior de Chile, haciendo ver con lealtad y decisión nuestras ideas a quienes toman decisiones y, aún más relevante, sentir que nuestra preparación SÍ nos permite realizar acciones criteriosas y que pongan en buen pie a nuestra organización.  Tener miedo a ser perjudicados en nuestras carreras por tomar decisiones complejas o aplicar la más mínima iniciativa, o por mirar a los ojos a alguna autoridad y decirle lo que uno realmente piensa, son algunos de los lastres que no nos han permitido posicionarnos en el lugar que nos corresponde como cuerpo de profesionales asesores en materias de política exterior y ejecutores de la misma.

Necesitamos una actitud distinta, valiente, propositiva, inteligente, que nos motive a perfeccionarnos y a mejorar nuestros conocimientos en cada área.  Si no cambiamos nosotros mismos, es imposible exigir cambios a las autoridades y pedirles una mayor confianza y respeto de la carrera.  Esta es la actitud que nos llevará a convencer a la autoridad de que la solución a la modernización de la Cancillería está en sus funcionarios, en la medida que seamos eficientes, motivados y comprometidos.  La modernización está en nuestras manos y depende, en primer lugar, de nosotros.  No nos quedemos estancados.

Rodrigo Waghorn

miércoles, 19 de marzo de 2014

Más respeto señores publicistas (Beatriz de la Fuente)

El diccionario de la RAE define la palabra Embajador/ra  en los siguientes términos:
1. m. y f. Diplomático que representa al Estado que lo nombra, cerca de otro Estado.
2. m. y f. emisario (emensajero).
3. m. y f. Persona, entidad o cosa que por ser característico de un lugar o país, se considera representativo de ellos. El jamón es el embajador de la gastronomía española
4. f. Fuera de los usos oficiales, mujer de embajador.

Con cada nueva administración, el proceso de designaciones, confirmaciones o aceptación de renuncias de Embajadores crea grandes expectativas en todos quienes estamos vinculados al tema. Para los integrantes del Servicio Exterior, los citados nombramientos nos acercan o nos alejan de un ascenso en el escalafón al grado superior y, finalmente, a la opción de culminar nuestra carrera como Embajadores.

De ahí que me cause indignación profunda  el uso cada vez más banal que se da al término Embajador/ra. Hace unos años se usaba solo, por ejemplo, para designar al  “Embajador de UNICEF” y ahí encontrábamos al futbolista Iván Zamorano o al actor Benjamín Vicuña. Tratándose de un organismo internacional dedicado a los niños, y a personajes de cierta reputación y trayectoria positiva, uno podía condescender. Estos días, en cambio, cualquier modelo de turno puede ser “Embajadora de Crema Nivea”, o del espumante del verano. A eso se suma una publicidad que recientemente vi en una revista de papel couché, donde locales comerciales dedicados a productos de belleza eran llamados “Embajadas.”

Este descargo puede parecer excesivamente purista, teniendo en cuenta que desde un punto de vista semántico, estos embajadores publicitarios sí representan a un determinado producto o servicio, de acuerdo a la acepción número 3 de la RAE. No obstante, el objetivo de esta reflexión es detenernos un minuto a revalorizar el significado de una palabra que alude a un cargo, a un grado, y también a uno de los honores más altos de la administración pública, que es representar al Presidente de la República en el exterior.

El medio publicitario chileno ha respetado hasta ahora a los grados altos de las FFAA, como Generales o Almirantes; o bien a los representantes de la curia eclesiástica, como Obispos o Cardenales. Ignoro si esta omisión se vincula al respeto, al miedo, o al temor de Dios. Lo que si tengo claro es que es nuestro deber defender y revalorizar la palabra Embajador/a.

Quienes leen estas líneas tienen muy claras las labores de un Embajador/a y cómo éstas tareas parten por representar oficialmente al Estado al cual pertenece, y se extienden a atender los asuntos de interés estatal entre el país que representa y ante el cual está acreditado, pudiendo los tópicos oscilar en materias tan variadas como: política, economía, comercio, cultura, turismo, tratados, acuerdos, diplomacia pública, etc. En algunos casos también les puede corresponder intervenir en asuntos o eventuales problemas que afecten a sus compatriotas en el suelo en el cual desempeña su función de Embajador, debiendo ante todo velar por la seguridad y la integridad de estos.

Al concluir este desahogo, no solo pido más respeto a los señores publicistas, sino que dejo planteada la necesidad de emprender acciones concretas que nos posicionen ante la opinión pública, que den a conocer nuestra labor, nuestras funciones y en términos crudos, nuestra utilidad. Ese acercamiento, que bien se puede hacer a través de un lobby pagado gremial, es urgente y necesario. En este sentido, la revalorización del concepto Embajador/a no es relevante solo por y para defender la imagen del Jefe/a de Misión. Al rescatar este cargo/grado de las manos de la publicidad estamos todos los funcionarios del Servicio Exterior poniendo en valor nuestro trabajo, nuestra carrera y también nuestro porvenir, como futuros Embajadores de la República.


Beatriz de la Fuente

martes, 18 de marzo de 2014

A propósito de la Modernización del Estado y la Cancillería (Marcelo Palominos)

El Programa de Gobierno que presenta esta nueva Administración aspira a consagrar un Estado moderno para Chile (1) que promueva, entre otros asuntos, una gestión de calidad y, para ello, resulta fundamental que los funcionarios públicos trabajen en condiciones de dignidad. 

A priori, se reivindican acciones concretas que promoverán condiciones laborales dignas y empleo decente y, a mi juicio, ello deben tener en mente los nuevos tomadores de decisión de la Cancillería.  Ello implicaría, eso sí,  una condición sine qua non: respetar el marco normativo de la Administración Pública sustentado en la Constitución Política y en la LOCBGAE (2), lo que permitiría repotenciar la Carrera Funcionaria que, dicho sea de paso, la administración saliente despreció.

A propósito del proyecto de Modernización de la Cancillería (3) presentado recientemente, de su lectura se deduce que no hubo una coherencia con las disposiciones señaladas precedentemente, porque si bien dispone atributos de perfección a la carrera diplomática, respecto a los “otros” funcionarios que laboran tan eficaz, complementaria y significativamente para el cumplimiento de los mismos cometidos y principios de Política Exterior se denota una falta de consideración a su real aporte y “expertise” (4), pese que a diplomáticos y funcionarios de la planta de Secretaría y Administración General (Planta SAG) cabría la denominación funcionario público, y especialmente en Chile donde es indispensable pensar en perfeccionar ambas carreras, por ejemplo los requisitos y condiciones para los cargos de segundo y tercer nivel jerárquico. Sería un avance consagrar que pertenecer al Servicio Exterior no debe ser el requisito excluyente para aspirar a esos cargos.

Resulta paradójico comprobar, entonces, que los argumentos esgrimidos para atraer a los mejores talentos, con vocación, nivel de ingreso y remuneraciones de los grados iniciales, se visualicen sólo a los integrantes de la carrera diplomática. ¿Acaso estos conceptos y necesidades no son también aplicables a los funcionarios que pertenecen a la Planta SAG y, en especial, para los profesionales?  Creo pertinente manifestar que para validar una verdadera modernización con buen pronóstico, los cambios deben generarse no sólo a la Planta del Servicio Exterior sino que el foco debe apuntar a un perfeccionamiento integral acorde con las disposiciones generales de la administración pública, es decir una suerte de integración funcional efectiva de las dos Plantas que interactúan en la estructura interna de la Cancillería.

Finalmente, y en referencia a la empleabilidad a contrata y al hecho que haya sido la panacea para la administración saliente para cargos DPT, que significó no sólo incorporarlos, a partir del 11 de marzo de 2010, en hasta 9 grados superiores respecto a los últimos grados que ostentan los de esa planta de cargos permanentes sino que con esa política se soslayó el principio jerárquico como base de organización administrativa;  ver truncada su carrera funcionaria; e imposibilidad de  ejercer  y desempeñar funciones propias  del cargo para el cual han sido nombrados.  Aun más, el proyecto presentado (5) pretende consignar atributos directivos  al personal no permanente de la administración pública lo que claramente constituye una visión que no se condice a lo establecido en el artículo 38 de la Constitución Política de la República.

Cabe esperar en lo inmediato constatar una inflexión. Al menos en el papel las nuevas autoridades que tomen decisiones y evalúen aspectos como los mencionados velarán para que los funcionarios públicos trabajen en condiciones de dignidad, y ello necesariamente significa desde mi punto de vista:

a) Reconocer como un derecho fundamental de los empleados de la administración pública el sistema de promoción, siendo un deber de la Autoridad promover su materialización efectiva, sin perjuicio que las nuevas autoridades del Ministerio de Relaciones Exteriores no se encuentran obligadas a llamar o concretar mencionados concursos internos (6) no implica, como lo hizo la administración anterior, suspender indefinidamente la realización de la promoción ya que ello atentaría nuevamente contra la carrera funcionaria amparada en la Constitución Política.  En consecuencia, es de toda equidad que éstas ponderen acerca de la necesidad de proveer los 19 cargos vacantes del escalafón DPT empleando dicha modalidad en armonía con las normativas citadas.

b) Apreciar, de conformidad a los principios generales de la administración pública, las circunstancias o razones que justifican la adopción de medidas que potencien y reactiven la contribución de los funcionarios de la Planta SAG, acorde a lo que se proyecta y estima para la Planta del Servicio Exterior cuando labora en Chile, cuyo resultado dé origen a un  proyecto de ley consensuado y no unilateralmente impuesto y excluyente.  

(1) Programa de Gobierno de Michelle Bachelet 2014-2018, página 53
(2) Ley Orgánica Constitucional de Bases Generales de la Administración del Estado
(3) Boletín N° 9.263-10. Proyecto de ley que aprueba un nuevo estatuto orgánico del Ministerio de Relaciones Exteriores, crea la Dirección General de Promoción de Exportaciones y modifica otros cuerpos legales
(4) Pericia: Sabiduría, práctica, experiencia y habilidad en una ciencia o arte
(5) Artículo 30°: El personal a contrata del Ministerio de Relaciones Exteriores podrá desempeñar funciones de carácter directivo, las que serán asignadas, en cada caso, por resolución del Subsecretario respectivo. El personal al cual se asignen tales funciones no podrá exceder del 15% del personal a contrata de la Subsecretaría de Relaciones Exteriores y del 20% de la Subsecretaría de Relaciones Económicas Internacionales.
(6) Artículo vigésimo séptimo 16) de la Ley N°19.882 de Nuevo Trato Laboral de 2003 y Dictámenes CGR N°46.084 de 2008 y N°77.821 de 2010.


17 de marzo de 2014

Marcelo Palominos Antúnez
Administrador Público
Magíster en Gerencia Pública

lunes, 17 de marzo de 2014

La influencia de Chile (René Schneider)*

Prestigio e influencia son los recursos tradicionales que persigue la política internacional de los Estados.  Esto, con el objetivo final de garantizar su seguridad, así como de defender y proyectar internacionalmente sus intereses y valores. Para esos fines, los planteamientos estratégicos que definen los países pueden darle mayor énfasis a la búsqueda de equilibrios y alianzas, a la cooperación o la institucionalización de sus relaciones a través de organizaciones regionales o universales. Generalmente, y por la creciente complejidad que van adquiriendo las relaciones internacionales, se llega a combinar estos factores en función de las capacidades propias de cada Estado y de la coyuntura que les corresponde enfrentar.

En el esquema realista, heredado del siglo XIX, las relaciones, alianzas y rivalidades se definen principalmente entre Estados y a partir de su poder económico y militar, es decir a partir de factores materiales y en un contexto supuestamente anárquico. Sin embargo, hoy en día, la globalización y la revolución de las comunicaciones que esta implica, han complejizado el escenario internacional, dando paso a nuevos actores y fenómenos transnacionales que interactúan intensamente y con mayor preponderancia de elementos intangibles. En definitiva, los actores son mucho más diversos y las formas que tienen de ejercer su poder son más variadas.

Esos cambios profundos de la sociedad internacional modifican la estructura de las relaciones de tal manera que los esquemas diplomáticos interestatales y fundados en una visión tradicional del poder se encuentran muchas veces superados y deben incorporar elementos de análisis y de acción que le permitan adaptarse a esta nueva realidad compleja. Así, para entender el mundo en su dinámica actual y ejercer influencia en él, tenemos que ser capaces de reformar nuestros paradigmas, métodos y herramientas. 
Para Chile, desde el retorno a la Democracia, la inserción internacional ha sido una prioridad constante que se ha manifestado principalmente a través de una participación activa en los foros multilaterales y regionales y de una intensa política comercial. Al mismo tiempo, se han enfatizado las relaciones con Latinoamérica, buscando resolver los temas pendientes por la vía de la negociación, apostando en la racionalidad y la buena fe de nuestros interlocutores. En ese escenario, han abundado los argumentos jurídicos, las vías judiciales y los acercamientos entre gobiernos.

Sin embargo, y a pesar de los importantes logros en materias comerciales y otras, la diplomacia chilena, al igual que la de otros países, ha sido orientada en sus grandes líneas, a partir de una visión del mundo fundada en la centralidad del Estado como único actor legítimo de las relaciones internacionales y en las herramientas tradicionales de la diplomacia y el derecho internacional. Así, las oportunidades y tensiones que implican para Chile sus relaciones internacionales son asumidas esencialmente desde una perspectiva centralizada, estatista y racional. En un paisaje crecientemente fragmentado, marcado por las comunicaciones y el peso de las sociedades nacionales en las definiciones de política exterior, este enfoque se revela limitado e insuficiente. 

En ese contexto, las demandas judiciales internacionales que hoy enfrenta nuestro país con sus vecinos del norte plantean un desafío que va más allá de la calidad jurídica de nuestra defensa o del resultado final del proceso en La Haya. El escenario de esas demandas es también aquel de las relaciones bilaterales (o trilaterales) entre sociedades políticas que entienden las relaciones vecinales desde una perspectiva muchas veces irracional y en la cual inciden factores históricos, culturales e ideológicos profundamente arraigados en sus respectivas identidades. Es el terreno de la diplomacia y de una serie de elementos simbólicos que intervienen con particular fuerza en la construcción de nuestras relaciones internacionales. Al igual que en los orígenes arcaicos de la diplomacia, se trata de relaciones entre “vecinos y extranjeros” en las cuales el factor humano se revela fundamental para construir una relación distinta a la que nos lleva la inercia de los conflictos latentes, de los rencores históricos y de las tensiones identitarias. 

La diplomacia profesional, entendida como la actividad de análisis, definición y proyección de nuestra política exterior por quienes le dedican su vida, adquiere entonces una relevancia particular. En efecto, a partir de herramientas comunicacionales y sobre la base de objetivos de acercamiento y generación de confianza, podemos desarrollar una estrategia de Diplomacia Pública dirigida a influir en esas sociedades y en la cual los diplomáticos radicados en esos países jugarían un papel de primer orden. Al mismo tiempo, ese cambio de paradigma implica desarrollar e instalar institucionalmente la capacidad de proyectar nuestra visión más allá de la coyuntura y diseñar escenarios a mediano y largo plazo que nos permitan definir caminos y proyectar nuestras relaciones a partir de objetivos estratégicos claros.

Esto deja, asimismo, en evidencia la urgencia de desarrollar un pensamiento estratégico,  propio y a escala global, como el mejor camino para auscultar los escenarios internacionales de Chile en América Latina y en el mundo. 

Así, revalorizando nuestra diplomacia, a través de una profunda modernización de nuestro sistema de política exterior y de sus métodos, e introduciendo el pensamiento estratégico como una herramienta fundamental en los procesos de toma de decisiones, podríamos estar en condiciones de iniciar una nueva etapa para una inserción internacional más profunda, más política y más diplomática de nuestro país.

René Sebastián Schneider

*Artículo publicado en El Mostrador en enero de 2014

El estancamiento en el escalafón (Enzo Barra)

A mi modo de ver, siendo uno de los mayores problemas y deficiencias de nuestro Servicio Exterior el actual estancamiento del escalafón, resulta apremiante hacer un análisis de sus síntomas, causas y promover soluciones.  En este sentido, quisiera compartir algunas reflexiones.

En la actualidad, se da la alta posibilidad, para muchos colegas, de llegar a los 65 años de edad sin alcanzar los grados superiores de la carrera.  Al mismo tiempo tenemos un cuerpo de embajadores provenientes de la carrera y ministros consejeros que, en un número importante, llegaron a ese grado alrededor de los 50 años.

Lo anterior implica que quienes detentan los actuales grados superiores de la carrera, lo han hecho por largos periodos, de entre 10 a 15 años. Esto daría lo mismo si el escalafón fuera flexible y cada uno ascendiera una vez cumplidos los requisitos de ascenso, pero como no es el caso, esto genera un impacto en los ascensos de los actuales secretarios, que muchas veces demoran 8 años o más en ascender al grado superior.

Además, un número importante de los embajadores de carrera fueron nombrados teniendo mucho menos de 55 años de edad y en la actualidad tienen más de 65 años, sin ser llamados a retiro por la autoridad, generando en ese mismo cuerpo discriminaciones.  Si podemos coincidir que en parte importante el estancamiento del escalafón se debe a lo expuesto, se pueden esbozar propuestas que apunten a solucionar esta situación.

Los futuros nombramientos debieran necesariamente considerar que los MC nombrados tengan 55 años cumplidos y que estos embajadores de carrera pasen a retiro al cumplir los 65 años, sin excepción alguna.   En caso que un embajador proveniente de la carrera siga gozando de la confianza de la autoridad de turno para permanecer en el cargo más allá de los 65 años de edad, éste debería ser considerado por ADICA como un embajador de la cuota política, lo que no implica nada negativo en sí, sino que simplemente constata un hecho objetivo y, de paso, se transparenta el porcentaje exacto de embajadores de carrera que la autoridad de turno nombra.  Del mismo modo, se debe abordar con la autoridad la creación de un escalafón de complemento para los colegas que cumplen 65 años de edad y que no han llegado a ser embajadores, como otras medidas que estimulen y faciliten su retiro voluntario.

El ánimo no es atacar a los colegas que luego de destacadas carreras han sido honrados con la designación como embajadores de Chile, mucho de los cuales inspiran respeto por sus cualidades profesionales y humanas.  El tema no debe personalizarse y debe ser enfrentado con altura de miras y con generosidad.

La motivación a escribir estas líneas viene del hecho que en menos de un mes cumpliré catorce años de carrera y luego de cuatro años en el grado, aún soy segundo secretario con varios años por delante antes de ascender al grado de primer secretario.  Actualmente ocupo en el actual escalafón el lugar 43, con una hoja de vida intachable.

A todos nos asiste el derecho de aspirar a una carrera en el Servicio Exterior donde todos tengan las mismas oportunidades de avanzar de manera regular en los distintos grados de la misma, lo que en la actualidad no se estaría dando de mantenerse la actual dinámica del escalafón.  Sistemas que no sean capaces de generar cambios periódicos en su estamento directivo, poco tienen que ver con la meritocracia.

Espero que tanto la autoridad como la asociación de diplomáticos de carrera se pronuncie sobre esto y evalúe si existen elementos suficientes como para estimar que uno de los problemas más graves de la carrera, desde hace mucho tiempo, es el estancamiento del escalafón; que analicen sus causas y que exploren eventuales soluciones, considerando la posibilidad de conformar un grupo de trabajo de la propia asociación que aborde este tema.

Enzo Barra Navas
Lisboa

viernes, 14 de marzo de 2014

Un nuevo enfoque para las tareas de la Academia Diplomática (Claudio Garrido y Manuel Lara)

El rol fundamental de las academias diplomáticas ha sido el de formar a los funcionarios de planta de los servicios exteriores de sus respectivos países.  Esta labor se ha sustentado en la premisa de que quienes ejercen la función diplomática son, de manera exclusiva o mayoritaria, quienes pertenecen a ese grupo cerrado.  Sin embargo, la inclusión de un número creciente de actores, estatales y privados, que se sitúan fuera de los ministerios de relaciones exteriores, ha resultado en una merma de la influencia que las academias han tenido en la formación de quienes toman decisiones y ejecutan la política exterior.
  
En efecto, sin distinción de nacionalidad, las academias han ido perdiendo preeminencia en la medida que diferentes agencias del Estado participan activamente en la política exterior y cuentan entre sus filas a equipos de competentes especialistas que participan en reuniones técnicas y que son capaces de negociar acuerdos internacionales en el ámbito de sus competencias. En otras palabras, existe un sinnúmero de funcionarios, incluyendo a aquéllos que provienen de Cancillería pero que no pertenecen a la planta del Servicio Exterior, que ejercen funciones diplomáticas sin que el Estado los considere formalmente como tales.  
  
Para subsanar esta situación, resulta crucial redefinir el concepto de diplomático en un sentido más amplio, tomando en consideración esta pérdida de monopolio experimentada por las cancillerías en todo el mundo en la conducción de las relaciones exteriores del Estado.  En un sentido no restrictivo y dando cuenta de los cambios operados en el sistema internacional, podríamos afirmar que todos aquellos que ejercen funciones diplomáticas son, en la práctica, diplomáticos.  Y en consecuencia, las academias sólo cumplirán cabalmente su función si dan cuentan, debidamente, de los cambios operados en el plano internacional y amplían su visión  incorporando a todos los actores en su labor formativa.  Esto es cierto en la medida que se reconozca que son las cancillerías los órganos llamados a coordinar la labor internacional del Estado.
En Chile, no se ha seguido esta tendencia.  La academia diplomática funciona bajo un esquema de "escuela matriz", seleccionando a un grupo relativamente homogéneo de profesionales, a los cuales dota de herramientas para desempeñarse en Cancillería partiendo del más bajo de sus grados.  No existe otra forma de pertenecer a la élite diplomática, no existen otras vías por las cuales ingresar a la carrera misma.  ¿No es ya hora de que utilicemos bien nuestros recursos, abriendo a la academia diplomática al ingreso de profesionales de otras ramas que dedicarán su tiempo profesional haciendo diplomacia en sus respectivas áreas de competencia? ¿No permitiría ello la existencia de una diplomacia más amplia, más democrática, más integrada con los intereses del Estado y con mayor capacidad de actuar de manera coordinada?.  
La implementación de un sistema nacional diplomático requiere necesariamente para su coherencia y debido funcionamiento que la academia opere como centro de estudios que incorpore y capacite a la totalidad de los diplomáticos, sin distinciones, que representan al Estado y sus intereses en el exterior.

Para avanzar en ese sentido, es esencial potenciar la academia y dotarla del estatus de centro académico y que se transforme en una instancia que congregue a especialistas y a la comunidad en general.  Eso abrirá el espacio para la formación de especialistas, el perfeccionamiento, la capacitación y la posibilidad de incorporar a todos los actores relevantes en el proceso de discusión de la política exterior.

Claudio Garrido
Manuel Lara

Las raíces del Minrel en el país (Julio Cordano y Manuel Lara)

La sociedad chilena se ha complejizado a un nivel que pocos previeron y  que pocos pudieron aquilatar en sus consecuencias y efectos.  Y sabemos que mientras más compleja es una sociedad, más intereses tiene en lo que ocurre más allá de sus fronteras.  Por ello, si queremos representar al país frente al mundo debemos saber qué y a quíénes representamos, cuáles son los intereses que debemos promover y defender.  En otras palabras, debemos tener raíces bien asentadas en la realidad nacional, conocer sus complejidades y excelencias, saber cuáles son realmente los intereses de la sociedad, cómo podemos trabajar para que "los chilenos" se beneficien lo más posible de nuestros contactos internacionales. 

Lamentablemente, las estructuras actuales de nuestra cancillería no contemplan mecanismos de comunicación con el país, con las regiones, con los sectores productivos, con el mundo de la cultura o con las áreas en las que Chile se ha desarrollado con fuerza.  El Ministerio sostiene una visión desde el Estado, con aspiraciones a ejercer un política exterior con altura de miras, pero de espaldas al país real que busca representar. 

Hay, por lo tanto, un debate que no hemos tenido sobre cómo establecer líneas de comunicación constantes e institucionalizadas con los distintos sectores sociales y políticos que conforman el país. Generar estos vínculos es básico para crear una conexión con el país que representamos en el exterior, y debería tener como consecuencia el objetivo no menor de tener una política exterior más ciudadana, más abierta, más completa y, en definitiva, más legitima. 

Los primeros pasos hacia ese objetivo son evidentes: es necesario abrir a la Cancillería hacia la sociedad, estableciendo canales de comunicación con nuestros principales grupos de interés (stakeholders) tales como la sociedad civil, las autoridades locales, regionales, otros ministerios, empresas públicas relevantes, empresas y asociaciones privadas, asociaciones gremiales en Chile, por mencionar a algunos.  Hoy contamos con una representación inorgánica y casuística.  Tenemos a un diplomático apostado en el Ministerio de Educación y otro representando al Ministerio en Arica. Los ha habido, anteriormente, en el Ministerio de Agricultura y en el Ministerio del Interior. Estas excepciones deben institucionalizarse y ampliarse, transformándose en una red mucho más extendida, fruto de una planificación racional para enriquecer nuestra política exterior.  

Contar con diplomáticos activos en las diferentes áreas en que se desarrolla el quehacer nacional, formalmente vinculados al Ministerio de Relaciones Exteriores al que pertenecen y con contacto directo con nuestra red de embajadas permitiría alimentarlas con información fresca sobre los intereses e iniciativas que provienen de estos ámbitos de la sociedad.  Para ejemplificar esto, baste mencionar que una embajada en el exterior no tiene la posibilidad de contacterse directamente, de manera oficial, con CORFO, con el Comité de Inversiones Extranjeras, con el Ministerio de Defensa, con la FACH, una intendencia o una alcaldía. Todo contacto con estas instituciones debe canalizarse a través del Ministerio de Relaciones Exteriores, convertida en una verdadera oficina de recados que cada día tiene menos capacidad para transmitir de manera eficiente y fidedigna la información que se requiere.  ¿Cómo podría hacerlo, si no fue diseñada para tales labores?

Lo cual nos lleva directamente al tema del rol mismo debe jugar nuestra cancillería.  Porque mientras destinamos recursos a hacer las veces de buzón de información, que podría ser gestionada directamente por las embajadas y sus contrapartes directas en Chile, dejamos de hacer otra labor fundamental que es la de "echar raíces", que es la conectarnos, participar, activar iniciativas, comprender, opinar, informar.  Es urgente crear oficinas de coordinación, a cargo de diplomáticos, a lo largo de todo Chile en los organismos que con más intensidad están participando en el ámbito internacional.

Sabemos que para cumplir esta función no hay suficientes diplomáticos en la actual planta. A falta de ellos, perfectamente se podría encomendar este rol a profesionales o a funcionarios que sean capacitados en la Academia Diplomática, y que a través de su experiencia, conocimiento y comprensión de nuestras estructuras y, más importante, de la forma como operan las embajadas, puedan aprovechar al máximo su potencial para beneficio de una política exterior más rica y con más raíces.

Este es un debate urgente que debería ser considerado en cualquier nueva propuesta de reforma del Ministerio.  Es la única forma de pasar de un ministerio que hace su mejor esfuerzo con herramientas del siglo pasado, a uno en que las principales directrices estén motivadas en las aspiraciones y prioridades que la misma sociedad busca para su propio beneficio y progreso.

Julio Cordano
Manuel Lara

jueves, 13 de marzo de 2014

Radiografía de la Diplomacia Digital (Cristián Jara y Osvaldo Ojeda)*

Al hablar de digitalización, del uso de internet y de Diplomacia Digital, resulta necesaria una adecuada radiografía a fin de determinar posibles pronósticos y cursos de acción. Es por esto que a continuación se aborda el “estado del arte” del empleo de herramientas digitales en la diplomacia nacional inserta en un contexto regional y mencionando experiencias comparadas.

En Chile y en la región aún existe una brecha digital entendida como “las diferencias en la capacidad de acceso a las tecnologías de información y comunicaciones de distintos grupos de población en un mismo paíso a nivel internacional” (Agostini y Willington, 2010), y pese a que a través de diversas políticas públicas e iniciativas se ha buscado superar,  ya sea a través de subsidios a la demanda , programas educacionales, fundaciones y otras; esta realidad no deja ser un problema para Latinoamérica.

Lo señalado anteriormente podría llevar a pensar como infructuosos los esfuerzos que en Diplomacia Digital como herramienta de la diplomacia pública y tradicional se ejecuten por parte de las cancillerías latinoamericanas, en el sentido que el diálogo y la retroalimentación con un número significativo de la población no se produciría al no estar dadas las condiciones necesarias de conectividad.

Dicho lo anterior, lo cierto es que las cancillerías no tienen este obstáculo en el uso de estrategias de Diplomacia Digital con los países OCDE y con otras latitudes en que la digitalización y el acceso a las redes se presenta como un activo con altos grados de desarrollo.  Las potencialidades en estos escenarios, al constituir las redes sociales herramientas- canales de difusión de bajo costo, que permitirían un conocimiento mayor de lo que es Latinoamérica, su gente y su cultura, configuran un auspicioso frente para aportar a la reputación y  consecuentemente a la  imagen que se proyecte de ésta.

La imagen país y su relevancia para los países pequeños 
Ya lo señalaba el consultor internacional en marca-país Simon Anholt en su libro “Brand, New Justice” el año 2009, al sostener que para los países menos desarrollados y aun parcialmente desconocidos, la generación de una identidad competitiva internacional, es decir, de una imagen país o región potente se configuraba como un activo de gran valía y como un poderoso motor de desarrollo para las diversas dimensiones involucradas (empresas, turismo, cultura, etc).  Es decir, la imagen país se presenta como una fuente  de riqueza porque ayuda a competir de manera estratégica en el escenario internacional, al respecto ha enfatizado que “antes de que la globalización alcanzara los niveles actuales, ser una nación proveedora de commodities ofrecía algunas oportunidades de ingreso de divisas estable, aunque no fuera la receta ideal para el crecimiento sostenido…. en un mundo interconectado, en el que las empresas dueñas de las marcas más famosas son libres de ir de compras por todo el planeta para adquirir materias primas, plantas de manufactura y mano de obra, ser sus proveedores es un negocio muy riesgoso. Las naciones menos avanzadas suelen enfrentarse a una extinción de sus recursos y, por lo general, tienen un saldo negativo en su balanza comercial. Entonces, si quieren modificar la ecuación, deben entender que la gestión de la marca-país las ayudará” (Anholt, 2004).

Los diplomáticos en este escenario
Las caras visibles de un país en el exterior se convierten en constructores de su imagen de forma intencionada o de manera casual.  Por ejemplo, Pablo Neruda y Gabriela Mistral resaltaron y resaltan la presencia de Chile en el mundo, así como en planos y dimensiones diferentes lo hacen deportistas, empresarios y políticos destacados. Los diplomáticos juegan un papel relevante, atendido su rol de intermediación y articulación de los diversos factores que confluyen en el interés nacional, por cuanto su presencia en diversos países, la lectura de las realidades locales y los vínculos y redes de contactos configuran un escenario ad hoc para transmitir y filtrar mensajes a líderes y audiencias extranjeras, convirtiéndolos en personajes idóneos para una estrategia de posicionamiento en el exterior.

La diplomacia, al igual que otras diversas esferas de la realidad se ve inmersa en nuevas dinámicas socio- culturales que la obligan a responder como una función pública, otrora alejada de la ciudadanía, ahora en permanente validación y buscando al ciudadano en aras de responder a un sentir democrático y a las necesidades reales, no presentándose como una actividad meramente “abstracta” incapaz de superar el cedazo del escrutinio ciudadano al gasto público en misiones, embajadas y personal en el exterior.

Chile, la ACADE y el comienzo del uso oficial de las redes 
En el caso de la Cancillería chilena, el uso de las redes sociales ha sido impulsado desde el año 2011 en la Academia Diplomática “Andrés Bello” (ACADE) a través de la plataforma digital www.apuntesinternacionales.cl. Además de ser el uso de las redes sociales en diplomacia,  parte de la malla de estudios de los futuros diplomáticos.

En la misma línea, diversas representaciones de Chile en el exterior han comenzado a utilizar las redes sociales como un canal de comunicación con sus entornos. Por ejemplo, la Misión de Chile ante Naciones,  @ChileONU,  se constituyó en la primera cuenta oficial de una representación en el exterior en Twitter.  Su primer mensaje fue el 31 de diciembre de 2013.  La iniciativa fue seguida el 19 de febrero de 2014 por el Consulado en Miami (@ConsuladoCMiami) convirtiéndose  en el primer consulado en contar con este medio.   En el caso de Facebook,  existen varias  embajadas y consulados que mantienen cuentas en esta red social. No obstante, el modelo de cada una de ellas es distinto y no se aprovechan las potencialidades de la plataforma.  El Consulado General de Chile en Miami, con 404 likes,  a través de su sitio en Facebook promueve las iniciativas e interactúa con la comunidad. Fue creada el 27 de abril de 2012. Este modelo de página, tipo Fan Page es el recomendado y es el utilizado por aquellas Cancillerías que han abordado el tema de diplomacia digital.  La cuenta del Consulado de Chile en Guayaquil (https: //www.facebook.com/cgchileguayas) fue diseñada bajo la modalidad de “sitio de amigos”.  Mismo caso del Consulado en Nueva York  (https://www.facebook.com/consulado.nycultura) que cuenta con una comunidad de 2.278 amigos y fue creada el 20 de julio de 2010. 

La Cancillería, al igual que una serie de servicios públicos y otros poderes del Estado empiezan a configurar su identidad pública digital, sin embargo por la naturaleza y fines de la primera, una estrategia comunicacional integral se presenta como un imperativo. Ésta se está configurando por la fuerza de los hechos, cual “espiral del silencio” (Elisabeth Noelle-Neumann, 1977), que definirá el clima de opinión sobre la discusión del uso de redes sociales por parte de las misiones en el exterior.  

Experiencias comparadas
Estados Unidos y el Reino Unido son los principales referentes en materia de Diplomacia Digital,  como ejemplo cabe resaltar que éste último cuenta con un portal desde el cual se puede acceder a todas las cuentas en diversas redes sociales (Facebook, Twitter y Flickr) de todos sus embajadores y Misiones.  Además, se informa el tipo de información que se puede encontrar en cada una de ellas.  Asimismo, destaca la existencia de un plan de contingencia o de manejo de crisis en caso de generarse situaciones controversiales.

Ambas potencias cuentan con una fuerte diplomacia y han potenciado su influencia con la adopción de nuevas herramientas que le han permitido estar sintonizados con las nuevas audiencias.  Asimismo, refuerza que el concepto de diplomacia no tiene apellidos, manteniendo la esencia de sus orígenes, pero fortalecida en su acción en este caso, con el uso de las nuevas tecnologías.

Cabe desatacar, que también otras Cancillerías de la región han asumido el imperativo de “exponer” la diplomacia a las redes y a la ciudadanía, ya sea a nivel formativo de sus diplomáticos o en misiones en el exterior como por ejemplo: la de Perú; Colombia; Brasil; y México; que están inmersas en este desafío y que sumado a otras como: la de Uruguay; Costa Rica; y el Caribe; que cada vez denotan mayor interés en sus planes de acción, se configura un escenario que permite hablar de una irrupción masiva de las redes sociales en el trabajo diplomático latinoamericano.

Twitter y la Twiplomacia
En particular, Twitter es la red social que ha tenido mayor impacto en el mundo diplomático, presentándose como un auspicioso medio a través del cual aportar al trabajo individual y corporativo que realiza la diplomacia tradicional. Para hablar de diplomacia a través de Twitter hoy se habla de una “Tuiplomacia” y este sentido el diplomático británico T. Fletcher señala que: “La Tuiplomacia se reduce a la autenticidad, compromiso y propósito. Twitter es más crudo, más humano que la interacción diplomática normal: las personas tienen más probabilidades de prestar atención en éste y de leer sus comunicados de prensa si saben algo acerca de usted como persona. Tenemos que interactuar, no ser meros transmisores. Tenemos que ser actores de la noticia, no solo parte del reportaje, y tener propósitos y no solo lugares comunes.”
Es decir, el carisma que otorga Twitter al trabajo diplomático se ajusta a las necesidades del mundo actual, marcado por la exigencia de transparencia, cercanía e inmediatez y de alguna manera obliga a los diplomáticos a tomar una actitud proactiva para afrontar los desafíos del mundo actual asimilando la encrucijada: adaptarse o desaparecer.

Por último, destacar que más allá de la teorización en torno a los beneficios posibles de la Diplomacia Digital como herramienta coadyuvante de la diplomacia tradicional, lo cierto es que en particular Chile y dadas las externalidades positivas de estas herramientas digitales tales como: acercar a los diplomáticos a la ciudadanía nacional; percibir climas de opinión en diversas audiencias; o facilitar el diálogo con otras sociedades; debe asumir que esta realidad hoy este transitando de una etapa de “incorporación” a un período de “maduración-consolidación” en que el desafío está en proveer de un contenido profundo, estratégico y coordinado del mensaje que el país entregará a través de quienes invisten la representación formal de éste en el exterior, es decir: el Servicio Exterior de Chile.

Cristián Jara
Osvaldo Ojeda

* Artículo basado en publición de igual título aparecida en www.apuntesinternacionales.cl.
http://www.apuntesinternacionales.cl/radiografia-de-la-diplomacia-digital/

miércoles, 12 de marzo de 2014

Descomprimiendo el MINREL: un plan piloto (Patricio Brickle)

En los últimos cuatro años, el Ministerio de Relaciones Exteriores ha enviado a un diplomático de carrera al Ministerio de Educación (MINEDUC) –a solicitud de esta última Secretaría de Estado– en calidad de Director de Relaciones Internacionales (DRI). Muy pocos de los quinientos diplomáticos chilenos está enterado de esta desafiante función encomendada a uno de ellos.

El Director de Relaciones Internacionales del Ministerio de Educación tiene a su cargo un equipo de profesionales de esa cartera, compuesto principalmente por sociólogos, cientistas políticos, historiadores, gestores culturales, quienes tienen la responsabilidad sobre diversas materias internacionales: monitoreo del Convenio MINEDUC-PNUD, implementación de los cinco programas de la Comisión Nacional de Cooperación con la UNESCO, seguimiento de los compromisos de Chile en materia educativa ante la OCDE y APEC, participación en las reuniones de coordinación de MERCOSUR, UNASUR y OEI; entre otras. Asimismo, dentro de sus responsabilidades está la administración y ejecución anual de un presupuesto de 250 millones de pesos; por decreto le corresponde asumir el cargo de Secretario Ejecutivo de la Comisión Nacional Chilena de Cooperación con la UNESCO; es Secretario Nacional del Convenio Andrés Bello (CAB), etc. En todos ellos cumple una activa participación a través de reuniones semestrales o anuales o la organización de seminarios o implementación de políticas educativas acordadas por las autoridades políticas de la región.

Pero todo eso, sin detallar más el perfil y las responsabilidades del cargo (que tuvimos que crear) de quien tenga que asumir esa tarea, no está instituido, no existe en el organigrama del Ministerio de Relaciones Exteriores y, por lo tanto, no es considerada una función crítica. Mas bien, está dejado al arbitrio de las autoridades de ambas carteras de Estado en vez de estar consolidado como una alianza de cooperación en tanto le hace bien al Estado y, por consiguiente, a los ciudadanos, al país, y descomprime a la Cancillería, al mismo tiempo, al permitir que esos “jóvenes diplomáticos” de 40 o 50 años de edad que no han podido ascender en la carrera–y, por consiguiente, no asumir roles de mayor responsabilidad en la toma de decisión por la escasa jubilación a la que se resisten a acogerse los “viejos diplomáticos” de 65 o 70 años edad, muchos de ellos sin grados académicos, puedan hacerse cargo de esa responsabilidad. Porque claro está, para ser Director de una Dirección del Ministerio de Relaciones Exteriores se puede carecer de un grado académico, pero para para ser Director de Relaciones Internacionales en el Ministerio de Educación el diplomático debe contar al menos con un Master

¿Cómo afianzar esta función y alianza entre ambos Ministerios, hoy? Simplemente, a través de un acuerdo escrito interministerial de colaboración en esa materia. Los contenidos de ese acuerdo puede especificar el perfil del postulante (hemos elaborado un perfil y una descripción del cargo), una permanencia en él de cuatro años, el pago de una asignación crítica, etc. Del mismo modo, la instalación de una estación de trabajo del sistema de comunicación (a nivel público, no reservado) que manejala Cancillería entre sus direcciones y Embajadas pues eso facilitaría enormemente el flujo de información, en tiempo real, existente entre la DRI, las Embajadas, las Direcciones del MINREL; que hoy se hace, principalmente, a través de e-mail y vía telefónica, perdiéndose con ello el registro y continuidad de las tareas.

En definitiva, lexpertise del diplomático, como indicamos en la primera parte, no está en sus múltiples postgrados o dominios de idiomas –pedante es ya señalarlo–, sino en su saber, su sensibilidad, del mundo internacional (olfato, bisagra, filtración), de su lenguaje; que tiene un alto valor para otros Ministerios, cuyas oficinas internacionales están a cargo de profesionales ajenos a ese tipo de conocimiento, que, insistimos, no se obtiene sólo con el logro de un diploma o breve especialización en la carrera.

Patricio Brickle

Descomprimiendo el MINREL: un diagnóstico (Patricio Brickle)

Año a año, alrededor de sesenta diplomáticos chilenos retornan al país después de haber permanecido durante cinco años en el extranjero cumpliendo diversas funciones desdibujadas, sin un claro norte. Las expectativas en su país no se diferencian ni se distancian de las que se generaron cuando por primera vez prestaron servicios diplomáticos en una Embajada. No es un secreto que el Ministerio cuenta con un buen equipo de “jóvenes” profesionales diplomáticos que ronda entre los 35 y los 50 años, a los que los “mayores e idóneos” suelen consolarles con expresiones como: “esta es una carrera de largo aliento”, “todos pasamos por lo mismo”, “todavía te falta experiencia”.

El Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile (MINREL) es una institución jibarizadora de las inteligencias deseosas de aportar con sus ideas y la rica experiencia ganada por la fuerza tras sucesivos cambios de países que van conformando eso que se podría llamar espíritu diplomático y que hoy denominan expatriados. Como se sabe, si un diplomático obtiene, por ejemplo, un master o un doctorado en medio-oriente, las posibilidades de que sea enviado a cumplir funciones diplomáticas a la Patagonia argentina es altísima.  Si un diplomático por diez años de su vida vivió en Europa del Este y aprendió la diversidad cultural, social y política de esa región además de alguno de sus idiomas, es prácticamente seguro que a su regreso a Chile será enviado a la Dirección de “Personas y Desarrollo Organizacional” en calidad de Subdirector, cuando le toca la suerte de contar con un puesto de trabajo. A esto se podría llamar no “fuga de cerebros”, sino “desperdicio de conocimientos”. ¿Qué genera esta política de recursos humanos de constantes descriterios? Frustración, letargo, modorra, afeamiento del espíritu. Es un error pensar que la Academia Diplomática de Chile no recluta a los mejores, pues sí lo hace. Solo que la “maquina” de la Cancillería se encargará de fagocitar. Sin embargo, existe algo que podría romper con este destino, con esa fatalidad. Hay un algo que está por sobre los doctorados o por sobre la incorporación de nuevas lenguas que crea, en estricto rigor, el perfil de diplomático. Es la “adquisición” de una cierta sensibilidad del lenguaje internacional, lo que no se aprende leyendo muchos libros de prestigiosos internacionalistas o bien con el hecho de haber vivido muchos años en otros países. Esa sensibilidad es el precipitado de haber pasado por todas las etapas anteriores y por otras más que no son necesarias detallar aquí.  Ese es el expertise de los diplomáticos chilenos y que nadie en el país puede pretender ganar sólo con la obtención de un postgrado o por la excelencia en el manejo de una empresa o la dirección de un instituto o facultad de relaciones internacionales. El expertise del diplomático no está dado porque sepa más idiomas, haya vivido en más países, haya logrado los más altos honores académicos o haya escrito libros en temas diplomáticos. Su expertise está en: saber filtrar, en ser una suerte de bisagra entre lo externo y lo interno. Es un saber dado por la experiencia contando ya con una batería de herramientas politológicas en las cuales  ha sido formado. Y ese expertise obviamente no es valorado en el Ministerio de Relaciones Exteriores, en razón de que es como valorar a un tenista que juega tenis porque juega tenis y se ejercitó para ello. De allí que la Cancillería no sea per se malvada con sus hijos por no poder cumplir con sus sueños, sino que adolece de “imaginación” para potenciarlos.  ¿A dónde llevar ese rico conocimiento, dónde aportar con ese expertise que hace de un diplomático un experto, qué hacer con ello?  Por de pronto, no es el mismo Ministerio de Relaciones Exteriores el lugar propicio para el despliegue de las fuerzas creativas de los diplomáticos.  La imaginación fue el motor del humanismo italiano.

Patricio Brickle

lunes, 10 de marzo de 2014

Reformateando la diplomacia chilena (Mario Artaza)*

En una de las escenas de la película titulada “Lincoln”, Daniel Day-Lewis, galardonado actor británico que en aquel film encarna a un agobiado y físicamente desgastado Presidente, inserto en un momento épico en la travesía de la historia estadounidense, sostiene en uno de sus diálogos que al momento de mapear una ruta exitosa, no basta solamente confiar en una brújula para saber dónde está el norte magnético.

Para avanzar a paso seguro y constante – remarca Lincoln a sus asesores – hay que tener presente que sin previo aviso pueden aparecer pantanos, montañas, desiertos o frondosos bosques e incluso de hielos, cada uno de éstos desafíos requiriendo distintos equipos o estrategias para llegar a sortearlos exitosamente y sin contratiempos.

Transcurridas más de dos décadas desde el día que numerosos países reestablecieron relaciones diplomáticas plenas con un Chile provisto de un entusiasmo sin par, de la musculatura necesaria para hacerle frente a múltiples expectativas que le planteaba tal instante de su historia, creando nuevas redes y mecanismos de asociatividad, la diplomacia de nuestro país está hoy en condiciones de re-energizarse y apuntar con mayor ahínco a dar un salto cualitativo del todo beneficioso, para un país que es muy distinto a aquel que hizo frente a los desafíos de la década de los noventa, en el siglo pasado.

Aún cuando podemos continuar destacando varios hitos que le han significado a Chile ser más que reconocido en el contexto internacional y por ello, llegar a ejercer influencias de distinto grado en la elaboración y discusión de la agenda global en las más diversas materias, llegando connotados ciudadanos a ejercer cargos de alta responsabilidad en foros multilaterales o en agencias internacionales de reconocido prestigio, ciertamente el tiempo transcurrido desde que se le aplicó a nuestra política exterior su último y acabado proceso de revisión/evaluación/ajuste, permite que todas las fuerzas vivas nacionales consideren positivamente participar en la elaboración de un documento consensuado, al mejor estilo de un Libro Blanco que aborde el presente y futuro de nuestra Política Exterior.

Este documento puede estar orientado a definir las prioridades que deben trabajarse en equipo en materias diplomáticas, pensando a un Chile cuyas fronteras son también aquellos lugares en donde residen cientos de miles de compatriotas, dispersos en los cinco continentes del planeta, con incalculables aportes hacia la ingeniería de un país que ciertamente se proyecta y atreve a materializar mucho más en el presente siglo.

Un Libro Blanco de la Política Exterior chilena debe ser comprensivo no solo en cuanto a los temas a definir y analizar sino que debe albergar espacios para todos quienes se encuentren comprometidos profesionalmente, ya sea en el espectro civil o militar, gubernamental o empresarial, académico o religioso, a contribuir a catapultar a un país que se beneficia al contar con una cancillería dinámica, coordinada, capaz no sólo de recabar información, sino analizando y anticipando la conformación de nuevos escenarios, con actores que están constantemente evolucionando, en países y regiones que nos son vitales para nuestro desarrollo.

El documento – que bien puede ser elaborado sobre la base de otros esfuerzos recientes, tales como los estudios “Principios y Prioridades de Política Exterior” y“Desafíos, Prioridades y Nuevas Dimensiones de la Política Exterior” – tiene el potencial de ser construido partiendo de una carta Gantt, definiendo e incorporando de manera inteligente y racional, escenarios, proyectos, metas, financiamiento apropiado, personal calificado y experimentado, con una dosis balanceada de realismo y, porqué no, de objetivos ambiciosos para un Chile que no es pequeño ni en tamaño físico, ni en cuanto a su economía, ni en el número de sus exportadores o bienes que éstos han llegado a ubicar en los más competitivos mercados del orbe, el espíritu emprendedor de sus mujeres, jóvenes, innovadores, ni en cuanto a la cantidad de temas que forman parte de la agenda internacional, ya sea a nivel bilateral o multilateral.


En momentos que Chile entero comienza lentamente a volver a energizarse con el advenimiento de marzo, ¿qué mejor tarea para quienes queremos un país activo y protagonista que el contribuir hacia la elaboración – en equipo – de un primer Libro Blanco para nuestra política exterior?

Mario Artaza

* Artículo publicado originalmente en sitio web de Radio Cooperativa, disponible en el siguiente link: http://blogs.cooperativa.cl/opinion/politica/20130313075823/reformateando-la-diplomacia-chilena/

viernes, 7 de marzo de 2014

Reflexiones sobre la política exterior como política de Estado (Claudio Garrido)

Cuando se habla de la política exterior como política de Estado, se supone la existencia de un consenso sobre la prioridad asignada a determinados objetivos y principios que rigen el actuar de un país en el exterior.

Este consenso no explicitado, pero que no pocas veces sirve para dar la idea ante la opinión pública de solidez y atemporalidad en la toma de decisiones, no sería más que el predominio de un discurso coyuntural, de contenido cambiante. Su carácter permanente sería solo una ilusión.

En la actualidad, esta narrativa, que enfatiza el carácter consensual en contraposición con el debate de política interna,  se construye sobre la base de una sobreposición de múltiples discursos, no jerarquizados entre ellos y de contenido difuso, tales como el de la preservación de la integridad territorial, la integración latinoamericana, la libertad comercial, la defensa de la democracia y los derechos humanos, etc, dando por resultado solo una apariencia de política exterior de Estado.

Resulta interesante analizar el amplio espacio de maniobra que se genera en autoridades de distinto signo político cuando estos conceptos, si bien aceptados implícitamente por la mayoría de la opinión pública y que constituyen el “core” de la mencionada política de Estado, no son claramente priorizados ni leídos homogéneamente por distintos sectores de la población.

Así, entonces, no es lo mismo otorgar a la relación comercial un lugar de privilegio por sobre la  construcción de vínculos políticos en el ámbito regional, que subordinar la primera a la relación política, aunque en ambos casos podríamos estar simultáneamente fomentando dos principios básicos de nuestra política exterior como son la integración regional y la libertad comercial.  Este análisis puede extenderse a otros temas tales como derechos humanos, democracia, migraciones etc.

Por ello, en mi opinión resulta fundamental que la política exterior, y particularmente sus prioridades y objetivos, estén claramente delineados y explicitados.  La política exterior de un país debe ser el resultado de un debate en el que participen la totalidad de los actores sociales y sea reflejo, al mismo tiempo, de un proyecto nacional de desarrollo.

No basta para la existencia de una política de Estado que haya un consenso tácito sobre los temas que la constituyen, sino que se hace necesario que también se genere un debate sobre las prioridades que a cada uno de ellas debe asignarse y sobre su contenido específico.  Así también, el elemento democrático de su configuración resulta central para su aceptación y legitimación.

Estimo que sería importante avanzar en la discusión de un libro de política exterior que asigne a la Cancillería y a todos los actores que participan en la ejecución de la política exterior objetivos y prioridades que se inserten en un plan nacional de desarrollo, que prospecte escenarios, y analice oportunidades y riesgos para nuestro país en el mediano y largo plazo.  Esta es una tarea pendiente en la que se requiere del concurso de la totalidad de la sociedad y cuyo resultado ayudará a construir las bases de una real política de Estado en materia de política exterior.



Claudio Garrido Melo