Edificio Carrera

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miércoles, 30 de abril de 2014

Viejas y nuevas agendas (Julio Cordano y Manuel Lara)

Después de tantos años de discusión sobre la "modernización" del Ministerio prevalece una sensación de cansancio, en que volvemos siempre sobre los mismos temas.  Este post tiene como objetivo mostrar de qué manera la vieja agenda de modernización puede ser reemplazada por una nueva agenda de reforma.

Comparemos.

Hasta hace no mucho tiempo, las máximas aspiraciones del Servicio Exterior (o al menos lo que se transmitía hacia el debate público) eran variaciones de tres ideas claramente definidas:
1. "Tiraje de la chimenea".
2. Más embajadores de carrera
3. Mejores sueldos.

Frente a esta "agenda vieja" cabe preguntarse si estas medidas efectivamente permiten que el Servicio Exterior pueda considerarse "moderno".  Somos acaso más "modernos" con menos años por grado (más tiraje), con más embajadores de carrera y con mayores sueldos?  La respuesta es clara: NO.  Y no lo es porque estas medidas no apuntan al problema de fondo: que el Servicio Exterior de Chile, su estructura y su dinámica interna, son tremendamente ineficientes para crear el bien público que demanda la sociedad.

Cuál es ese bien público, que debemos aportar como Servicio Exterior?  Si bien no existe una respuesta totalmente consensuada, al menos se intuye que ésta debería promover una alta calidad en la formulación de iniciativas en materia de política exterior, administrar eficientemente los recursos asignados, permitir una diplomacia pública activa, simplificar los procedimientos internos, gestionar debidamente la información, incentivar a la capacitación de sus funcionarios y asignar de mejor manera los recursos para fines operacionales y de proyectos.  En otras palabras, apuntar a la excelencia.  Y la fórmula "más embajadores de carrera, menos años en el grado y mejores sueldos" no lo hace.

Y a pesar de ello, nos hemos dado largas vueltas en torno a estos tres temas. Tanto, que  hemos logrado despojar de todo significado a la palabra "modernización".  Tanto, que sería mejor evitarla y, con ello, no volver a desviar infinitas horas de conversación y análisis hacia callejones sin salida.

Reformulemos la troika de demandas.  Fórmulas hay muchas, lo importante es que apunten en la dirección correcta.  Abordemos los mismos temas desde una perspectiva fresca y enraizada en una agenda que apunte a un cambio profundo de cómo gestionamos nuestros recursos financieros y humanos en una política exterior de calidad.

Si queremos tener un Servicio Exterior de calidad, debemos promover el desarrollo de profesionales conocedores, expertos, especialistas, conocedores en profundidad de los temas propios de la Cancillería.  Esto es incompatible con un sistema donde es el mero grado, no las competencias, lo que determina la asignación de funciones.  Debemos dar a los diplomáticos capacitados la oportunidad de dirigir en las áreas que conocen, delegando en ellos la toma de decisiones y acreditándolos en el exterior de acuerdo a capacidades y preparación.  Debemos, asimismo, tener visión para justificar mayores asignaciones presupuestarias para la Cancillería, no necesariamente para aumentar los sueldos, sino para incrementar los gastos operacionales, proyectos y propuestas de acción internacional.

Estos son sólo pincelazos de una agenda nueva de reformas, mucho más ambiciosa y profunda, que podría beneficiar enormemente al país, al Estado y a nuestra carrera.  De paso, consolidaríamos nuestra legitimidad como quienes que hablan por el país... antes de que el país prefiera a otros que hablen por él.

Julio Cordano
Manuel Lara

martes, 29 de abril de 2014

Ministerio de RR.EE. de España sacará a "concurso" las embajadas y evaluará a los aspirantes (diario El País)

Diario El País (27 de abril de 2014) dice:

"El nombramiento de la mayoría de los embajadores ya no será una decisión discrecional del titular de Exteriores, sino el resultado de un procedimiento reglado en el que los diplomáticos que reúnan los requisitos exigidos podrán presentar sus candidaturas ante un comité de nombramientos, que evaluará sus méritos y podrá convocarles a una entrevista personal antes de elevar una terna con orden de preferencia —eso sí, no vinculante— para que elija el ministro.

Así se deduce, al menos, del borrador del Reglamento de la Carrera Diplomática, pendiente de informe del Consejo de Estado, que sustituirá al vigente desde 1955 y cuyo objetivo es “profesionalizar” el servicio exterior y salvaguardar de bandazos políticos la trayectoria de sus funcionarios. Esa es la teoría, porque las excepciones son tantas y tan relevantes que la práctica dependerá de la voluntad política de los responsables de aplicarla.

Estas son las novedades más destacadas del reglamento:

Tres clases de países
Las misiones diplomáticas se clasificarán en tres categorías, atendiendo a su importancia. La clasificación se aprobará anualmente, pero podrá modificarse en función de las circunstancias. Exteriores no cree que los países se molesten por ser incluidos en las categorías inferiores y aduce que otros Gobiernos aplican este método. El tercer grupo, el de menor importancia, no podrá incluir más del 25% del total.

Embajadas a dedo
Cada septiembre se publicará la lista de embajadas que serán cubiertas el siguiente agosto, con indicación de aquellas que queden excluidas de este procedimiento. Es decir, el ministro puede reservarse un número indeterminado de embajadas —se supone que las de mayor peso— que seguirán siendo cubiertas a dedo, incluso por no diplomáticos. Exteriores aduce que un reglamento no puede quitar competencias atribuidas por ley al Consejo de Ministros.

Requisitos de los aspirantes
Para dirigir una embajada de las clasificadas en el Grupo I, las más importantes, los aspirantes deberán tener al menos la categoría de ministro plenipotenciario de 3ª clase —el cuarto escalón en la cúspide de la carrera diplomática— y haber dirigido una embajada. Para las del Grupo II, las intermedias, deberán tener la misma categoría que en las anteriores, pero bastará con haber ocupado durante tres años un puesto directivo en la Administración (subdirector general o director de gabinete), y haber sido durante tres años número dos de una embajada o cónsul general. Para las del Grupo III, bastará la categoría de consejero de embajada y dos años como alto cargo y número dos de una embajada o cónsul general.

20 años de antigüedad
Para dirigir una misión diplomática, incluso las de menor nivel, habrá que llevar al menos 20 años en la carrera, lo que provocará un envejecimiento del colectivo de embajadores e impedirá que haya, como en los últimos años, jóvenes embajadores/as en zonas especialmente duras, como el África subsahariana. Exteriores aduce que la carrera diplomática dura 30 a 40 años y llegar a embajador demasiado pronto es fuente de futuras frustraciones.

Ex altos cargos exentos
Los diplomáticos que hayan sido altos cargos en el Ministerio de Asuntos Exteriores o embajadores están exentos de los requisitos exigidos para dirigir las embajadas de los grupos II y III.

Comité de nombramientos
Las candidaturas de los aspirantes a embajador serán evaluadas por un comité formado en exclusiva por altos cargos, presidido por el subsecretario, que presentará al ministro una terna de aspirantes por orden de preferencia y sin carácter vinculante. Es decir, el ministro podrá elegir al clasificado en último lugar.

Criterios de evaluación
El comité de nombramientos tendrá en cuenta, entre otros criterios, el conocimiento del idioma local o la experiencia previa de los aspirantes, a los que podrá convocar a una entrevista personal.

No más de dos embajadas
Los diplomáticos no podrán ocupar más de dos embajadas sucesivas y ningún diplomático podrá estar destinado en el extranjero más de nueve años consecutivos. Los embajadores cesarán al cumplir tres o cuatro años en el puesto, aunque se les podrán prorrogar por un año.

Curso de ascenso
La Escuela diplomática hará cursos de ascenso obligatorios para la categoría de ministro de tercera (similares a los del generalato en los militares), así como cursos de capacitación y actualización para destinos en el exterior.

Libre nombramiento y remoción
Todos los puestos en el exterior, de embajador a secretario de 3ª clase, son de libre designación y sus titulares pueden ser removidos discrecionalmente en cualquier momento. Exteriores alega que, dada su repercusión sobre la imagen de España, no puede esperar a la tramitación de un expediente para sustituir al personal en el exterior."

lunes, 28 de abril de 2014

Diplomacia Pública en Cancillería (Cristián Jara y Osvaldo Ojeda)

Es una diplomacia que busca articular redes, en un ecosistema que reclama mayor transparencia, participación y compromiso de los actores públicos.

En una sociedad global interconectada -caracterizada por la inmediatez y la abundancia de información-, elementos como la reputación y la imagen país se han transformado en  relevantes al momento de definir y ejecutar la política exterior.

En este escenario, una de las tendencias dentro de las cancillerías ha sido incorporar iniciativas de diplomacia pública como parte de las herramientas al servicio del quehacer diplomático; asumiéndola como instrumento articulador y gestor del soft power.

Así las cosas, la diplomacia pública se presenta como un imperativo y una herramienta ad hoc para reforzar la imagen y reputación de un país. Es decir, como una actividad que busca, a través de diversas variables, potenciar el  prestigio  e influencia  del país en el ámbito internacional.
La diplomacia pública además, busca ser más que un instrumento de gestión de marketing o de mera propaganda. Por lo mismo, ésta no es solo comunicación y se basa en políticas y acciones concretas con las cuales debe tener coherencia.

Por otro lado, cabe destacar que el carácter “público” de esta herramienta está determinado por estar dirigida a la ciudadanía y a la opinión pública, y no por quienes la ejercen, lo que hace que a diferencia de la diplomacia tradicional pueda ser realizada incluso por privados. En un sentido amplio, todas las instituciones, organismos e incluso individuos que tienen algún tipo de proyección exterior podrían ser considerados protagonistas de la diplomacia pública; llevándonos obligadamente a concluir que el mayor reto es la coordinación (Valero, 2012).

Ante todo lo señalado, quienes se encargan de “hacer diplomacia pública en una cancillería” deben coordinar y generar sinergias de los distintos esfuerzos públicos y privados que apunten a mejorar los esfuerzos internacionales de un país.

Oportunidades en su implementación

La implementación de una estrategia de diplomacia pública brinda, por cierto, espacio para la innovación y para la utilización de las nuevas tecnologías (redes sociales), las que aportan al ser instrumentos adecuados para: transmitir los mensajes; conectar a las comunidades; escuchar las demandas ciudadana; entre otras utilidades posibles. Además en el caso particular de nuestra Cancillería, se presenta como una oportunidad para implementar un trabajo moderno e innovador que vaya más allá del trabajo tradicional y aporte a superar los prejuicios de la opinión pública en relación al trabajo diplomático chileno, como por ejemplo, dar una excesiva importancia a temas protocolares, legales o de tener una mirada demasiado economicista.

Una estrategia de diplomacia pública permitiría además, conectar distintos nodos que hoy operan en la consecución de los objetivos de política exterior, desde el proceso formativo de la Academia Diplomática hasta el trabajo de los diplomáticos en las distintas representaciones del país en el exterior. Por otro lado, posibilitaría potenciar el trabajo de construcción de imagen país, que por naturaleza le compete al Ministerio de Relaciones Exteriores, con actores que bajo su estructura apuntan a este objetivo, como por ejemplo: Prochile; la Fundación Imagen de Chile; y la Agencia de Cooperación Internacional.

Dicho todo lo anterior, cabe concluir que existe una serie de beneficios posibles en la inclusión de la diplomacia pública en nuestra acción exterior, siendo plenamente justificada una evaluación en torno a desarrollar una planificación estratégica-política respecto de este tema.

Cristián Jara Brito
Osvaldo Ojeda

lunes, 14 de abril de 2014

Carta a la Presidenta de ADICA (Mario Ignacio Artaza)

A poco de iniciar un permiso sin goce de sueldo que me permitirá mantenerme por razones estrictamente profesionales en Hong Kong, quisiera aprovechar esta carta para hacerle llegar algunas reflexiones referidas a la intensa agenda de trabajo que seguramente debe ya estar abordando con el directorio ADICA, incorporando a la vez a todos (as) quienes se encuentran entusiasmados por concretar cambios positivos, que sean definitivamente para mejor, en nuestro Ministerio de Relaciones Exteriores.

Ahora bien, está claro que hay una voluntad política por avanzar en equipo y con decisión, a la elaboración de un texto a ser presentado para su discusión/aprobación ante el Congreso Nacional, orientado a darle un nuevo sentido de acción/ordenamiento al Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile. No hay nadie que no crea que ha llegado la hora definitiva por contar con un texto comprensivo, elaborado de manera transparente y participativa, que marcará la pauta de lo que será nuestra secretaría de Estado, mucho más allá del 2018.

Sin embargo, hay un punto no menor que no puede faltar en la ecuación, sin subestimar en nada el tema de calificaciones, destinaciones, ascensos, retiros, misiones más o menos, direcciones, en fin. Estimo que el “pan con mantequilla” de cualquier ley que apunte a una modernización real y efectiva de nuestro Ministerio debe necesariamente evaluar la disponibilidad de fondos que son requeridos/empleados para desplegar tareas que, con el paso del tiempo y el papel que está cumpliendo Chile en el escenario global, requieren de una mayor presencia, especialización, tecnología, conectividad, despliegue en terreno, representación, seguimiento, estudios, análisis, en suma, hay que invertir plata. La palabra “gestión” en nuestro Ministerio por mucho tiempo ha significado “reducir” o “reasignar”. Qué error. Y se nota.

Porque no podemos continuar siendo una Secretaría de Estado que está permanentemente sacando de aquí para pagar acá, dejando de lado – si acaso nos detenemos a evaluarlo – el hecho que estamos presentes en una parte significativa de cada una de las acciones que lleva a cabo nuestro país no solo en el extranjero, sino aún más importante, sus efectos se sienten día a día en calles, vecindarios, provincias y regiones de nuestro país. Con más de un millón de connacionales en el extranjero, miles de empresas emprendiendo en diversas latitudes, la cancillería es hoy un instrumento sumamente potente para un Chile que está alerta en torno a lo que acontece en un escenario internacional en constante evolución y ebullición. La agenda chilena en el exterior es la de un de un país presente en todos los continentes y escenarios. Y así debería ser. Ello nos enorgullece.

A la vez, debemos abogar con fuerza, sustentados sobre la base de elementos concretos que nos permitan plantearlo ante la autoridad respectiva con ejemplos tangibles,  la necesidad de un incremento significativo de los recursos disponibles para remuneraciones, tanto para el personal que labora en Chile como en el extranjero. Para nada se trata de establecer una elite en el ámbito público nacional (en el algunos segmentos societales ha estado de moda el término “corporativísmo”), sino más bien probar más allá de cualquier duda razonable, que los sueldos percibidos en el exterior no están siempre alcanzando para tener que ahorrar un porcentaje de ellos, en orden a subsidiar así nuestro paso por Chile, empleando para ello dineros de salarios que nos son cancelados en moneda extranjera, para enfrentar gastos tales como arriendo, colegiaturas y otros del día a día que se concretan al momento de regresar a nuestro país. Ello necesariamente implica que los salarios en Chile no están dando. No son pocos los que optan por sumarse a planes de destinaciones mucho antes de cumplido su tiempo en Chile, porque los sueldos percibidos en casa no permiten seguir en el país.

Tampoco resulta presentable que tengamos que aportar mensualmente cuando nos encontramos cumpliendo una destinación, a una suerte de financiera informal (CADEPRE), con cheques en moneda extranjera que son sumamente requeridos una vez al mes cuando nos encontramos en Santiago, la cual aún cuando en los últimos años ha tenido una conducción de primer orden, mantiene entre sus pasivos no recuperables, fondos de personas plenamente identificadas (algunas descansan en paz), que no han afrontado sus compromisos de deuda. Qué sería del sueldo de fin de mes para muchos (as), sin el cheque CADEPRE, un subsidio informal elemental para afrontar desde la colegiatura a gastos médicos varios.

Presidenta: por todo lo anterior, estimo que el tema de recursos disponibles para una cancillería del presente siglo y una política de remuneraciones que esté acorde a nuestras funciones y responsabilidades (mas competitivas en relación al mercado profesional nacional, para qué mencionar en relación a lo que se percibe por parte de otros estamentos similares de otros países de similar nivel de desarrollo que Chile), para el personal que conforma nuestro Ministerio, no puede escaparse de la comprensividad que desde luego supongo que tendrá un proceso de modernización efectivo, razonable, accountable y sustentable a largo aliento.

Ciertamente puede contar con mi fuerza, amistad y compromiso por colaborar en lo que sea necesario, en las tareas que junto al directorio ADICA tiene por delante. 

Mario Ignacio Artaza

jueves, 3 de abril de 2014

Evidencia anecdótica de 20 años de carrera en el Servicio Exterior de Chile (Sergio Toro)

90, 15, 10…

1º de abril de 2014: “Hoy cumplimos veinte años de servicio, el tiempo pasa volando”, así comenzaba el email de ayer, enviado por un compañero y amigo de promoción, el cual fue seguido por una interesante cadena de comentarios. Unos emotivos, otros más jocosos, otros más reflexivos. Una amalgama variopinta que nos alegró la mañana, sino el día entero. Todas las generaciones que ingresan a la Academia se sienten distintas y especiales. Y la nuestra, la que ingresó el año 1994, guarda el mismo sello de “especialidad”. Aunque seamos más comunes que los más comunes.  En buena fe, puedo verificar que los representantes de esa generación del 94’ hemos tenido una combinación virtuosa: la vocación de servicio público, curiosidad, un alto profesionalismo, algo de suerte y la oportunidad de servir a nuestro país, en distintos países y en distintos niveles de la dirección del Ministerio.

Por cierto, como toda promoción, nuestro imaginario colectivo e individual de lo que “era el Ministerio” a la sazón del ingreso y de lo que sería nuestro trabajo, distó, con el tiempo, de lo que realmente fue y es, brindando así una nueva oportunidad para la discusión sobre el sein y el sollen (ser y el deber ser). 

En aquella época, nuestro país venía saliendo del régimen autoritario/militar/dictatorial y la recuperación del régimen democrático de gobierno se asentaba a paso lento, pero seguro, aunque para muchos más lento de lo que debía ser. La herencia autoritaria, en todo caso, era una realidad en las formas de procedimiento y en la mentalidad de muchos directivos. Esto sería una característica, entre otras, del “gap generacional” existente al interior de nuestro servicio. Hasta hoy es posible percibir ese tipo de pensamiento.  

“Viejito, te vas a ir destinado a un lugar donde vas a ganar mucho dinero. Te vas a China”. Estas fueron las palabras con que el Subdirector de la época me informó mi primera destinación. ¿Y qué pasó con el desafío profesional, con el dato menor de poder contribuir a las relaciones bilaterales con la China emergente de los 90’, con el desafío cultural, con la oportunidad profesional única de servir a Chile en un país complejo, grande y cada día más influyente en el escenario internacional como es la República Popular de China?  

La exitosa “reinserción internacional de Chile”, luego de recuperado el sistema democrático de gobierno, así como “el regionalismo abierto” practicado por Chile y una vocación distintiva por el valor y respecto a los derechos humanos, fueron cimientos que nos permitieron consolidar una política exterior con un claro perfil en el concierto internacional.

Con el tiempo, Chile se consolidaría como un país serio y responsable (“que responde las comunicaciones”) y no han faltado las voces que han llamado a nuestro país a ejercer un mayor liderazgo regional e internacional.  Estos llamados fueron hechos sobre la base de que Chile se había transformado en un “país políticamente estable y económicamente pujante”, un modelo.  Sin duda que la política comercial y económica, realizada principalmente a través de la Direcon, con una presencia muy acotada de diplomáticos de carrera, tuvo una gran visibilidad y sus resultados son igualmente tangibles: una red de acuerdos comerciales que nos vinculan con los mercados más relevantes del mundo, aunque la canasta exportadora siga altamente concentrada en pocos productos de menor valor agregado relativo. El ingreso a APEC y OCDE refuerzan este perfil. 

La labor propiamente diplomática, de política exterior, fue menos obvia, quizás más reservada, quizás demasiado reservada. En términos de visibilidad – no de realidad - se ha concentrado más en los temas protocolares que en la participación en el policy making y la implementación de los objetivos de política exterior.

En el año 1994 Chile tenía un ingreso nacional bruto per cápita (GNI per cápita PPP- que es el que realmente cuenta) de US$ 3,610. Hoy ese mismo indicador, ajustado, se eleva a US$ 14,310 (Método Atlas del Banco Mundial).  Este solo dato indica que Chile es un “país de renta media” (MIC) por excelencia.  ¿Puede un país desplegar la misma política exterior a 3,610 que a 14,310? ¿No son estos números evidencia suficiente para elaborar prima facie que alguna diferencia debería existir, precisamente por el diferencial resultante entre ambos guarismos?  Por qué estos elementos estuvieron ausentes de la narrativa.  ¿Es la política exterior de un país de renta media-baja la misma que la de un país de renta media alta, en términos de extensión, profundidad, medios y objetivos y, especialmente, en materia de administración de sus recursos humanos?

A pesar de que la tecnología ha aumentado su participación en los procedimientos y almacenamiento de datos, la política exterior continúa siendo una actividad intensiva en “recursos humanos”. Este fue un tema recurrente en la “celebración de ayer”.  A pesar de los avances realizados en los últimos 20 años, se percibe que el mayor desafío a nivel de recursos humanos está en la creación de mecanismos apropiados para mantener actualizados los conocimientos, la motivación y el acceso fluido a los grados superiores.  ¿Es posible hablar realmente de la existencia de una “carrera diplomática”, cuando en 20 años ninguno de los 10 representantes que quedan de la generación del año 1994 haya logrado el grado (directivo) de “Consejero”?  Y con mayor seguridad, uno o dos de nosotros, a este ritmo de movilidad funcionaria, alcanzará el grado de Ministro Consejero antes de cumplir los sesenta y cinco años de edad.  

“Viejito, no hay mejor candidato para desempeñarse como Director de Programa en la Secretaría de APEC, en Singapur. Te vamos a ayudar con la asignación de escolaridad, no te preocupes postula nomás”... “Viejito, no sé quién te dijo que te podríamos ayudar, no hay recursos para escolaridad y los colegios en Singapur son muy caros. Necesitamos gente con vocación”.

Veinte años nos ha tomado para avanzar del grado de Tercer Secretario al de Primer Secretario, cuando ya la mayoría de nosotros esta bordeando el medio siglo de vida.  ¿Es bueno para un país como Chile tener una política exterior basada en profesionales -muchos de los cuales son altamente capacitados- con Primeros Secretarios de 50 años?  ¿Y con Consejeros de 60 años de edad?  ¿Cuál es impacto etario en términos de motivación (frustración) y de productividad, en especial considerando que no se observa tampoco un apoyo claro al “perfeccionamiento de media carrera”?  A la fecha, no se ha establecido un marco conceptual que garantice la fluidez funcionaria que toda “carrera” requiere para ser tal. La jubilación a los 65 años es un medida cierta, pero no debería ser tomada como “el marco conceptual” o “mecanismo”, ya que ha quedado en evidencia que no es suficiente para el propósito de otorgarle a la carrera el dinamismo que requiere (fit for purpose). 

Hay otros elementos intangibles que en veinte años se hacen notar demasiado. La idea de que la carrera es un  zero sum game (lo que gana uno lo pierde al otro) impulsa a muchos colegas a creer que “todas las formas de lucha son válidas.   En algunos casos, esta idea ha sido beneficiada con resultados concretos, aunque el análisis de los méritos es pobre.  El mínimo moral budista es “no hacer el mal al otro”.  Una idea diferente es hacer el bien al prójimo, pero ya con no “hacer el mal” sería un cambio sustancial.  El “chaqueteo” continúa siendo una fuerza vigente y negativa, y tampoco hay mecanismos para evitarla.  La mediocridad su fenómeno vinculado.

La pregunta: si tuviera la oportunidad la oportunidad de retroceder en el tiempo, volvería a adoptar la misma decisión de ingresar al Servicio Exterior?. SI, sin duda fue una decisión correcta. La experiencia profesional, las oportunidades personales, han sido únicas. Esta decisión ha pasado la prueba del tiempo. 

Hace 20 años quince “jóvenes” ingresamos por vocación y con entusiasmo al Servicio Exterior de Chile, de un total de 90. Hoy quedamos diez, todos Primeros Secretarios, todos aún con vocación y todos aún con entusiasmo. Aunque ya los tiempos se acortan, el reconocimiento sea avaro y las oportunidades de perfeccionamiento y ascenso sean cada vez menores.

Sergio Toro