Edificio Carrera

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jueves, 27 de febrero de 2014

Un nuevo Servicio Exterior para un nuevo Chile


El gobierno que asumirá el 11 de marzo está empeñado en un programa de reformas que es ambicioso y que marca un giro importante en la historia del país. Probablemente es el inicio de una nueva etapa, de una actualización de las instituciones públicas, adaptadas a una sociedad que ya cambió.

¿Y el Servicio Exterior? El Servicio Exterior no. Se mantiene prácticamente igual. Estamos regulados hace décadas por los mismos cuerpos legales. El DFL N°33, probablemente el más importante para el Ministerio por su especificidad, preparado y aprobado en 1979 (hace 35 años) bajo la dictadura militar.

Los cambios registrados en las últimas décadas han sido marginales, agregando o quitando casillas en el organigrama, pero sin modificar su dinámica interna.

Trabajamos en la representación del país en el exterior, pero frente a ese país en cuyo nombre hablamos, tenemos una imagen poco favorable, más asociada a privilegios y al ceremonial que a un trabajo profesional de despliegue de influencias y promoción de nuestros intereses.

Siempre existe la posibilidad de no hacer nada. O bien de seguir sin hacer nada. Pero el costo es alto. Significa que en un mundo donde las relaciones internacionales son cada vez más extendidas, el Servicio Exterior tendrá un valor cada vez menor. Y la justificación por seguir enviando funcionarios diplomáticos a las Embajadas irá perdiendo cada vez más sentido, y con ello, erodando su validez social.

Es necesario repensar el Servicio Exterior. Sugerimos hacerlo desde la siguiente pregunta:

¿Qué bien público entrega al país el Ministerio de Relaciones Exteriores 
(y específicamente el Servicio Exterior) 
a cambio del financiamiento que recibe de éste?

Debiéramos estar en condiciones de responder satisfactoriamente a esta pregunta. Sin embargo, no lo estamos.

Probablemente en el entorno vecinal hay mayor claridad de las funciones que cumplen nuestras representaciones. En parte porque la agenda es más clara y el Ministerio dedica muchos más recursos (físicos, humanos, financieros) a su implementación.

No obstante, debiéramos saber cómo responder a esta pregunta no sólo en el ámbito vecinal, sino en todos los casos, en cada una de las Embajadas y Consulados. Desde la Rusia a Nueva Zelandia, desde Barcelona hasta Vietnam, desde Hungría hasta Sudáfrica. Todos son casos distintos, pero todos en su contexto y en el marco de su trabajo, debieran poder responder esa pregunta de forma convincente.

Si no somos capaces de justificar el uso de los fondos públicos, éstos irán disminuyendo. Es lo que pasaría en cualquier régimen democrático. Y de hecho es lo que ha pasado en Chile, en que la partida presupuestaria del Ministerio es cada vez menor como porcentaje del presupuesto nacional.

Pero un país abierto al mundo, con una sociedad cada vez más conectada con el exterior, con tecnologías de la comunicación de primera línea, un país así, ¿no debiera aumentar en vez de disminuir su inversión en su institucionalidad internacional? ¿No debiera tener más presencia en los foros multilaterales donde se discuten innumerables temas de relevancia para Chile? ¿No debiera estar permanentemente buscando oportunidades para ampliar nuestra capacidad de influencia ante otros países, forjando relaciones estratégicas y de confianza, en todas las regiones del mundo, y poner los beneficios de estas relaciones al servicio de la sociedad chilena, de sus ciudadanos, de sus regiones, de sus instituciones?

Entonces, la paradoja es la siguiente: mientras Chile cambia, el Servicio Exterior sigue igual. Mientras los chilenos amplían cada vez más sus proyecciones internacionales, el Servicio Exterior mantiene poderosos incentivos (perversos) para no tener iniciativa. Esto produce un peligroso alejamiento entre el Servicio Exterior y la ciudadanía que quiere representar.

Proponemos por lo tanto que con valor y decisión repensemos el Servicio Exterior. Valor, porque los cambios que se requieren son sustantivos, y reflejan el atraso que tenemos como institución. Decisión, porque significa un sacrificio importante para todos. Tener que adaptarse es siempre difícil. Es mucho más cómodo seguir haciendo las cosas como siempre se han hecho. El cambio siempre trae aparejado un costo de adaptación. Y en nuestro caso, la adaptación es de grandes dimensiones.

Julio Cordano


4 comentarios:

  1. Estimados amigos, celebro la iniciativa que han tenido de crear este blog de reflexiön. Tiene el potencial de sacarnos de la apatía y expresarnos.
    Ahora bien, me pregunto si no podría ser una instancia que pudiera albergar la Adica. Me parece que de alguna forma se están duplicando los esfuerzos de promover la participación y el diálogo, con el riesgo de dividirnos aún más de lo que estamos.
    Estoy completamente de acuerdo en que es positivo el debate y el diálogo. Qué bien nos vendría una Asamblea Constituyente de Minrel, donde todos los estamentos y plantas pudieran estar representados! Sin embargo, creo que sería mejor concentrar el foro de debate en la institucionalidad que tenemos y no debilitarla más de lo que está. Sobre todo, pues al final del día, es la directiva de Adica la que nos representa oficialmente y la que debe recoger las miradas de todos los socios.
    Estoy conciente de que hay una cuota de "inocencia" en mi comentario, pero en tiempos en que la institucionalidad del propio minrel está en veremos, y nos preparamos (ojalá me equivoque) para un escenario adverso en términos de ascensos y nombramientos de embajadores de Carrera, me parece que debemos hacer un esfuerzo para estar todos en el mismo lado fortaleciendo a la Adica que tenemos.

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  2. La ADICA tuvo años para crear un espacio de reflexión y no lo hizo. Tampoco lo va a hacer ahora, porque su mandato no es para mejorar la eficiencia de nuestra Cancillería, sino para velar por los intereses de sus socios. Baste decir que la ADICA está enfrascada en un debate sobre cómo poner un "disclaimer" a la carta que les pedimos transmitir a sus socios, invitándolos a formar parte de este blog. Por lo demás, este es un blog abierto a la totalidad de las plantas del Ministerio y a la sociedad en general, sin cuyo concurso no saldremos de la crisis. En los últimos años hemos visto cómo la sustancia de la diplomacia se ha ido esfumando, el Servicio Exterior ya no negocia tratados, no promueve el comercio, no capta inversiones, no atiende temas fronterizos, ni siquiera ve temas sectoriales sino que se limita, cuando toca, a establecer algunos contactos y hacer las veces de correo oficial. Todavía vemos temas consulares, pero al ver la calidad de los servicios que prestamos -que ni siquiera son controlados desde Santiago- temo que también los perdamos. Te parece que podríamos estar peor? A mí me cuesta, pues no participamos ni en la elaboración de nuestra política exterior, y cada vez menos en su ejecución. Te molesta duplicar esfuerzos para superar esta crisis? Creo que no nos queda más remedio que hacerlo... y triplicarlos, si así se requiere.

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  3. Estimada Bea, lo que planteas es cierto en el mundo del deber ser pero la realidad se ha ido imponiendo de una manera distinta dejando a nuestra asociación gremial en un plano de completa irrelevancia. Lamentablemente, desde mi personal punto de vista, ADICA representa a un grupo de gente con intereses tan diversos y muchas veces contrapuestos que termina inhibiéndose de cualquier iniciativa que represente solo a un grupo de sus asociados. Ello, creo, proviene de su propia conformación en donde 5 personas, con visiones o criterios loables pero muy particulares, se unen para tratar de hacer algo. Pero programa de trabajo no hay. Se hace sobre la marcha tratando de unir aquellos elementos que son comunes pero que, la experincia indica, terminan por ser muy pocos y de escasa relevancia. Por eso este esfuerzo que hacemos no pretende dividir a nadie pero si nos quedamos esperando a que nuestra asociación sea capaz de plantear cuestiones de fondo, como este blog se está intentando hacer, nos llegará nuestra edad de jubilación y nada pasará. Los miembros de este ministerio y de ADICA somos la base constituyente y deliberante de estas organiazciones y tenemos el deber ético de expresar y debatir nuestros puntos de vista para mejorar la institución que queremos. Aquí no hay grados, jerarquías ni intermediaciones que valgan. Lo que se valora son las ideas y el debate constructivo, tal como lo has hecho. Iván Favereau

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  4. Un día un Presidente de Adica me dijo, yo no estoy para mejorar el Ministerio, estoy para defender los intereses de los asociados, desde el que no quiere ningún cambio al que quiere cambiar todo. Yo le contraargumenté que si mejorabamos nuestro Ministerio en el largo plazo tendríamos un servicio exterior motivado y agregando valor en nuestras funciones. Y qué me dijo? Que había muchos asociados que no quería que el Ministerio mejorara porque eso les haría perder oportunidades.
    Creo que no podemos esperar que ADICA busque mejorar la institución porque no es su rol. Definitivamente los que queremos un cambio debemos sumar voluntades y buscar nuestros espacios, es la única posibilidad que tenemos para no seguir viendo como nuestro rol pierde peso ante la velocidad con la que corre el mundo. Hay gente muy valiosa en nuestra casa y no podemos perder sus capacidades en la rigidez actual de la organización.

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