Edificio Carrera

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miércoles, 30 de abril de 2014

Viejas y nuevas agendas (Julio Cordano y Manuel Lara)

Después de tantos años de discusión sobre la "modernización" del Ministerio prevalece una sensación de cansancio, en que volvemos siempre sobre los mismos temas.  Este post tiene como objetivo mostrar de qué manera la vieja agenda de modernización puede ser reemplazada por una nueva agenda de reforma.

Comparemos.

Hasta hace no mucho tiempo, las máximas aspiraciones del Servicio Exterior (o al menos lo que se transmitía hacia el debate público) eran variaciones de tres ideas claramente definidas:
1. "Tiraje de la chimenea".
2. Más embajadores de carrera
3. Mejores sueldos.

Frente a esta "agenda vieja" cabe preguntarse si estas medidas efectivamente permiten que el Servicio Exterior pueda considerarse "moderno".  Somos acaso más "modernos" con menos años por grado (más tiraje), con más embajadores de carrera y con mayores sueldos?  La respuesta es clara: NO.  Y no lo es porque estas medidas no apuntan al problema de fondo: que el Servicio Exterior de Chile, su estructura y su dinámica interna, son tremendamente ineficientes para crear el bien público que demanda la sociedad.

Cuál es ese bien público, que debemos aportar como Servicio Exterior?  Si bien no existe una respuesta totalmente consensuada, al menos se intuye que ésta debería promover una alta calidad en la formulación de iniciativas en materia de política exterior, administrar eficientemente los recursos asignados, permitir una diplomacia pública activa, simplificar los procedimientos internos, gestionar debidamente la información, incentivar a la capacitación de sus funcionarios y asignar de mejor manera los recursos para fines operacionales y de proyectos.  En otras palabras, apuntar a la excelencia.  Y la fórmula "más embajadores de carrera, menos años en el grado y mejores sueldos" no lo hace.

Y a pesar de ello, nos hemos dado largas vueltas en torno a estos tres temas. Tanto, que  hemos logrado despojar de todo significado a la palabra "modernización".  Tanto, que sería mejor evitarla y, con ello, no volver a desviar infinitas horas de conversación y análisis hacia callejones sin salida.

Reformulemos la troika de demandas.  Fórmulas hay muchas, lo importante es que apunten en la dirección correcta.  Abordemos los mismos temas desde una perspectiva fresca y enraizada en una agenda que apunte a un cambio profundo de cómo gestionamos nuestros recursos financieros y humanos en una política exterior de calidad.

Si queremos tener un Servicio Exterior de calidad, debemos promover el desarrollo de profesionales conocedores, expertos, especialistas, conocedores en profundidad de los temas propios de la Cancillería.  Esto es incompatible con un sistema donde es el mero grado, no las competencias, lo que determina la asignación de funciones.  Debemos dar a los diplomáticos capacitados la oportunidad de dirigir en las áreas que conocen, delegando en ellos la toma de decisiones y acreditándolos en el exterior de acuerdo a capacidades y preparación.  Debemos, asimismo, tener visión para justificar mayores asignaciones presupuestarias para la Cancillería, no necesariamente para aumentar los sueldos, sino para incrementar los gastos operacionales, proyectos y propuestas de acción internacional.

Estos son sólo pincelazos de una agenda nueva de reformas, mucho más ambiciosa y profunda, que podría beneficiar enormemente al país, al Estado y a nuestra carrera.  De paso, consolidaríamos nuestra legitimidad como quienes que hablan por el país... antes de que el país prefiera a otros que hablen por él.

Julio Cordano
Manuel Lara

martes, 29 de abril de 2014

Ministerio de RR.EE. de España sacará a "concurso" las embajadas y evaluará a los aspirantes (diario El País)

Diario El País (27 de abril de 2014) dice:

"El nombramiento de la mayoría de los embajadores ya no será una decisión discrecional del titular de Exteriores, sino el resultado de un procedimiento reglado en el que los diplomáticos que reúnan los requisitos exigidos podrán presentar sus candidaturas ante un comité de nombramientos, que evaluará sus méritos y podrá convocarles a una entrevista personal antes de elevar una terna con orden de preferencia —eso sí, no vinculante— para que elija el ministro.

Así se deduce, al menos, del borrador del Reglamento de la Carrera Diplomática, pendiente de informe del Consejo de Estado, que sustituirá al vigente desde 1955 y cuyo objetivo es “profesionalizar” el servicio exterior y salvaguardar de bandazos políticos la trayectoria de sus funcionarios. Esa es la teoría, porque las excepciones son tantas y tan relevantes que la práctica dependerá de la voluntad política de los responsables de aplicarla.

Estas son las novedades más destacadas del reglamento:

Tres clases de países
Las misiones diplomáticas se clasificarán en tres categorías, atendiendo a su importancia. La clasificación se aprobará anualmente, pero podrá modificarse en función de las circunstancias. Exteriores no cree que los países se molesten por ser incluidos en las categorías inferiores y aduce que otros Gobiernos aplican este método. El tercer grupo, el de menor importancia, no podrá incluir más del 25% del total.

Embajadas a dedo
Cada septiembre se publicará la lista de embajadas que serán cubiertas el siguiente agosto, con indicación de aquellas que queden excluidas de este procedimiento. Es decir, el ministro puede reservarse un número indeterminado de embajadas —se supone que las de mayor peso— que seguirán siendo cubiertas a dedo, incluso por no diplomáticos. Exteriores aduce que un reglamento no puede quitar competencias atribuidas por ley al Consejo de Ministros.

Requisitos de los aspirantes
Para dirigir una embajada de las clasificadas en el Grupo I, las más importantes, los aspirantes deberán tener al menos la categoría de ministro plenipotenciario de 3ª clase —el cuarto escalón en la cúspide de la carrera diplomática— y haber dirigido una embajada. Para las del Grupo II, las intermedias, deberán tener la misma categoría que en las anteriores, pero bastará con haber ocupado durante tres años un puesto directivo en la Administración (subdirector general o director de gabinete), y haber sido durante tres años número dos de una embajada o cónsul general. Para las del Grupo III, bastará la categoría de consejero de embajada y dos años como alto cargo y número dos de una embajada o cónsul general.

20 años de antigüedad
Para dirigir una misión diplomática, incluso las de menor nivel, habrá que llevar al menos 20 años en la carrera, lo que provocará un envejecimiento del colectivo de embajadores e impedirá que haya, como en los últimos años, jóvenes embajadores/as en zonas especialmente duras, como el África subsahariana. Exteriores aduce que la carrera diplomática dura 30 a 40 años y llegar a embajador demasiado pronto es fuente de futuras frustraciones.

Ex altos cargos exentos
Los diplomáticos que hayan sido altos cargos en el Ministerio de Asuntos Exteriores o embajadores están exentos de los requisitos exigidos para dirigir las embajadas de los grupos II y III.

Comité de nombramientos
Las candidaturas de los aspirantes a embajador serán evaluadas por un comité formado en exclusiva por altos cargos, presidido por el subsecretario, que presentará al ministro una terna de aspirantes por orden de preferencia y sin carácter vinculante. Es decir, el ministro podrá elegir al clasificado en último lugar.

Criterios de evaluación
El comité de nombramientos tendrá en cuenta, entre otros criterios, el conocimiento del idioma local o la experiencia previa de los aspirantes, a los que podrá convocar a una entrevista personal.

No más de dos embajadas
Los diplomáticos no podrán ocupar más de dos embajadas sucesivas y ningún diplomático podrá estar destinado en el extranjero más de nueve años consecutivos. Los embajadores cesarán al cumplir tres o cuatro años en el puesto, aunque se les podrán prorrogar por un año.

Curso de ascenso
La Escuela diplomática hará cursos de ascenso obligatorios para la categoría de ministro de tercera (similares a los del generalato en los militares), así como cursos de capacitación y actualización para destinos en el exterior.

Libre nombramiento y remoción
Todos los puestos en el exterior, de embajador a secretario de 3ª clase, son de libre designación y sus titulares pueden ser removidos discrecionalmente en cualquier momento. Exteriores alega que, dada su repercusión sobre la imagen de España, no puede esperar a la tramitación de un expediente para sustituir al personal en el exterior."

lunes, 28 de abril de 2014

Diplomacia Pública en Cancillería (Cristián Jara y Osvaldo Ojeda)

Es una diplomacia que busca articular redes, en un ecosistema que reclama mayor transparencia, participación y compromiso de los actores públicos.

En una sociedad global interconectada -caracterizada por la inmediatez y la abundancia de información-, elementos como la reputación y la imagen país se han transformado en  relevantes al momento de definir y ejecutar la política exterior.

En este escenario, una de las tendencias dentro de las cancillerías ha sido incorporar iniciativas de diplomacia pública como parte de las herramientas al servicio del quehacer diplomático; asumiéndola como instrumento articulador y gestor del soft power.

Así las cosas, la diplomacia pública se presenta como un imperativo y una herramienta ad hoc para reforzar la imagen y reputación de un país. Es decir, como una actividad que busca, a través de diversas variables, potenciar el  prestigio  e influencia  del país en el ámbito internacional.
La diplomacia pública además, busca ser más que un instrumento de gestión de marketing o de mera propaganda. Por lo mismo, ésta no es solo comunicación y se basa en políticas y acciones concretas con las cuales debe tener coherencia.

Por otro lado, cabe destacar que el carácter “público” de esta herramienta está determinado por estar dirigida a la ciudadanía y a la opinión pública, y no por quienes la ejercen, lo que hace que a diferencia de la diplomacia tradicional pueda ser realizada incluso por privados. En un sentido amplio, todas las instituciones, organismos e incluso individuos que tienen algún tipo de proyección exterior podrían ser considerados protagonistas de la diplomacia pública; llevándonos obligadamente a concluir que el mayor reto es la coordinación (Valero, 2012).

Ante todo lo señalado, quienes se encargan de “hacer diplomacia pública en una cancillería” deben coordinar y generar sinergias de los distintos esfuerzos públicos y privados que apunten a mejorar los esfuerzos internacionales de un país.

Oportunidades en su implementación

La implementación de una estrategia de diplomacia pública brinda, por cierto, espacio para la innovación y para la utilización de las nuevas tecnologías (redes sociales), las que aportan al ser instrumentos adecuados para: transmitir los mensajes; conectar a las comunidades; escuchar las demandas ciudadana; entre otras utilidades posibles. Además en el caso particular de nuestra Cancillería, se presenta como una oportunidad para implementar un trabajo moderno e innovador que vaya más allá del trabajo tradicional y aporte a superar los prejuicios de la opinión pública en relación al trabajo diplomático chileno, como por ejemplo, dar una excesiva importancia a temas protocolares, legales o de tener una mirada demasiado economicista.

Una estrategia de diplomacia pública permitiría además, conectar distintos nodos que hoy operan en la consecución de los objetivos de política exterior, desde el proceso formativo de la Academia Diplomática hasta el trabajo de los diplomáticos en las distintas representaciones del país en el exterior. Por otro lado, posibilitaría potenciar el trabajo de construcción de imagen país, que por naturaleza le compete al Ministerio de Relaciones Exteriores, con actores que bajo su estructura apuntan a este objetivo, como por ejemplo: Prochile; la Fundación Imagen de Chile; y la Agencia de Cooperación Internacional.

Dicho todo lo anterior, cabe concluir que existe una serie de beneficios posibles en la inclusión de la diplomacia pública en nuestra acción exterior, siendo plenamente justificada una evaluación en torno a desarrollar una planificación estratégica-política respecto de este tema.

Cristián Jara Brito
Osvaldo Ojeda

lunes, 14 de abril de 2014

Carta a la Presidenta de ADICA (Mario Ignacio Artaza)

A poco de iniciar un permiso sin goce de sueldo que me permitirá mantenerme por razones estrictamente profesionales en Hong Kong, quisiera aprovechar esta carta para hacerle llegar algunas reflexiones referidas a la intensa agenda de trabajo que seguramente debe ya estar abordando con el directorio ADICA, incorporando a la vez a todos (as) quienes se encuentran entusiasmados por concretar cambios positivos, que sean definitivamente para mejor, en nuestro Ministerio de Relaciones Exteriores.

Ahora bien, está claro que hay una voluntad política por avanzar en equipo y con decisión, a la elaboración de un texto a ser presentado para su discusión/aprobación ante el Congreso Nacional, orientado a darle un nuevo sentido de acción/ordenamiento al Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile. No hay nadie que no crea que ha llegado la hora definitiva por contar con un texto comprensivo, elaborado de manera transparente y participativa, que marcará la pauta de lo que será nuestra secretaría de Estado, mucho más allá del 2018.

Sin embargo, hay un punto no menor que no puede faltar en la ecuación, sin subestimar en nada el tema de calificaciones, destinaciones, ascensos, retiros, misiones más o menos, direcciones, en fin. Estimo que el “pan con mantequilla” de cualquier ley que apunte a una modernización real y efectiva de nuestro Ministerio debe necesariamente evaluar la disponibilidad de fondos que son requeridos/empleados para desplegar tareas que, con el paso del tiempo y el papel que está cumpliendo Chile en el escenario global, requieren de una mayor presencia, especialización, tecnología, conectividad, despliegue en terreno, representación, seguimiento, estudios, análisis, en suma, hay que invertir plata. La palabra “gestión” en nuestro Ministerio por mucho tiempo ha significado “reducir” o “reasignar”. Qué error. Y se nota.

Porque no podemos continuar siendo una Secretaría de Estado que está permanentemente sacando de aquí para pagar acá, dejando de lado – si acaso nos detenemos a evaluarlo – el hecho que estamos presentes en una parte significativa de cada una de las acciones que lleva a cabo nuestro país no solo en el extranjero, sino aún más importante, sus efectos se sienten día a día en calles, vecindarios, provincias y regiones de nuestro país. Con más de un millón de connacionales en el extranjero, miles de empresas emprendiendo en diversas latitudes, la cancillería es hoy un instrumento sumamente potente para un Chile que está alerta en torno a lo que acontece en un escenario internacional en constante evolución y ebullición. La agenda chilena en el exterior es la de un de un país presente en todos los continentes y escenarios. Y así debería ser. Ello nos enorgullece.

A la vez, debemos abogar con fuerza, sustentados sobre la base de elementos concretos que nos permitan plantearlo ante la autoridad respectiva con ejemplos tangibles,  la necesidad de un incremento significativo de los recursos disponibles para remuneraciones, tanto para el personal que labora en Chile como en el extranjero. Para nada se trata de establecer una elite en el ámbito público nacional (en el algunos segmentos societales ha estado de moda el término “corporativísmo”), sino más bien probar más allá de cualquier duda razonable, que los sueldos percibidos en el exterior no están siempre alcanzando para tener que ahorrar un porcentaje de ellos, en orden a subsidiar así nuestro paso por Chile, empleando para ello dineros de salarios que nos son cancelados en moneda extranjera, para enfrentar gastos tales como arriendo, colegiaturas y otros del día a día que se concretan al momento de regresar a nuestro país. Ello necesariamente implica que los salarios en Chile no están dando. No son pocos los que optan por sumarse a planes de destinaciones mucho antes de cumplido su tiempo en Chile, porque los sueldos percibidos en casa no permiten seguir en el país.

Tampoco resulta presentable que tengamos que aportar mensualmente cuando nos encontramos cumpliendo una destinación, a una suerte de financiera informal (CADEPRE), con cheques en moneda extranjera que son sumamente requeridos una vez al mes cuando nos encontramos en Santiago, la cual aún cuando en los últimos años ha tenido una conducción de primer orden, mantiene entre sus pasivos no recuperables, fondos de personas plenamente identificadas (algunas descansan en paz), que no han afrontado sus compromisos de deuda. Qué sería del sueldo de fin de mes para muchos (as), sin el cheque CADEPRE, un subsidio informal elemental para afrontar desde la colegiatura a gastos médicos varios.

Presidenta: por todo lo anterior, estimo que el tema de recursos disponibles para una cancillería del presente siglo y una política de remuneraciones que esté acorde a nuestras funciones y responsabilidades (mas competitivas en relación al mercado profesional nacional, para qué mencionar en relación a lo que se percibe por parte de otros estamentos similares de otros países de similar nivel de desarrollo que Chile), para el personal que conforma nuestro Ministerio, no puede escaparse de la comprensividad que desde luego supongo que tendrá un proceso de modernización efectivo, razonable, accountable y sustentable a largo aliento.

Ciertamente puede contar con mi fuerza, amistad y compromiso por colaborar en lo que sea necesario, en las tareas que junto al directorio ADICA tiene por delante. 

Mario Ignacio Artaza

jueves, 3 de abril de 2014

Evidencia anecdótica de 20 años de carrera en el Servicio Exterior de Chile (Sergio Toro)

90, 15, 10…

1º de abril de 2014: “Hoy cumplimos veinte años de servicio, el tiempo pasa volando”, así comenzaba el email de ayer, enviado por un compañero y amigo de promoción, el cual fue seguido por una interesante cadena de comentarios. Unos emotivos, otros más jocosos, otros más reflexivos. Una amalgama variopinta que nos alegró la mañana, sino el día entero. Todas las generaciones que ingresan a la Academia se sienten distintas y especiales. Y la nuestra, la que ingresó el año 1994, guarda el mismo sello de “especialidad”. Aunque seamos más comunes que los más comunes.  En buena fe, puedo verificar que los representantes de esa generación del 94’ hemos tenido una combinación virtuosa: la vocación de servicio público, curiosidad, un alto profesionalismo, algo de suerte y la oportunidad de servir a nuestro país, en distintos países y en distintos niveles de la dirección del Ministerio.

Por cierto, como toda promoción, nuestro imaginario colectivo e individual de lo que “era el Ministerio” a la sazón del ingreso y de lo que sería nuestro trabajo, distó, con el tiempo, de lo que realmente fue y es, brindando así una nueva oportunidad para la discusión sobre el sein y el sollen (ser y el deber ser). 

En aquella época, nuestro país venía saliendo del régimen autoritario/militar/dictatorial y la recuperación del régimen democrático de gobierno se asentaba a paso lento, pero seguro, aunque para muchos más lento de lo que debía ser. La herencia autoritaria, en todo caso, era una realidad en las formas de procedimiento y en la mentalidad de muchos directivos. Esto sería una característica, entre otras, del “gap generacional” existente al interior de nuestro servicio. Hasta hoy es posible percibir ese tipo de pensamiento.  

“Viejito, te vas a ir destinado a un lugar donde vas a ganar mucho dinero. Te vas a China”. Estas fueron las palabras con que el Subdirector de la época me informó mi primera destinación. ¿Y qué pasó con el desafío profesional, con el dato menor de poder contribuir a las relaciones bilaterales con la China emergente de los 90’, con el desafío cultural, con la oportunidad profesional única de servir a Chile en un país complejo, grande y cada día más influyente en el escenario internacional como es la República Popular de China?  

La exitosa “reinserción internacional de Chile”, luego de recuperado el sistema democrático de gobierno, así como “el regionalismo abierto” practicado por Chile y una vocación distintiva por el valor y respecto a los derechos humanos, fueron cimientos que nos permitieron consolidar una política exterior con un claro perfil en el concierto internacional.

Con el tiempo, Chile se consolidaría como un país serio y responsable (“que responde las comunicaciones”) y no han faltado las voces que han llamado a nuestro país a ejercer un mayor liderazgo regional e internacional.  Estos llamados fueron hechos sobre la base de que Chile se había transformado en un “país políticamente estable y económicamente pujante”, un modelo.  Sin duda que la política comercial y económica, realizada principalmente a través de la Direcon, con una presencia muy acotada de diplomáticos de carrera, tuvo una gran visibilidad y sus resultados son igualmente tangibles: una red de acuerdos comerciales que nos vinculan con los mercados más relevantes del mundo, aunque la canasta exportadora siga altamente concentrada en pocos productos de menor valor agregado relativo. El ingreso a APEC y OCDE refuerzan este perfil. 

La labor propiamente diplomática, de política exterior, fue menos obvia, quizás más reservada, quizás demasiado reservada. En términos de visibilidad – no de realidad - se ha concentrado más en los temas protocolares que en la participación en el policy making y la implementación de los objetivos de política exterior.

En el año 1994 Chile tenía un ingreso nacional bruto per cápita (GNI per cápita PPP- que es el que realmente cuenta) de US$ 3,610. Hoy ese mismo indicador, ajustado, se eleva a US$ 14,310 (Método Atlas del Banco Mundial).  Este solo dato indica que Chile es un “país de renta media” (MIC) por excelencia.  ¿Puede un país desplegar la misma política exterior a 3,610 que a 14,310? ¿No son estos números evidencia suficiente para elaborar prima facie que alguna diferencia debería existir, precisamente por el diferencial resultante entre ambos guarismos?  Por qué estos elementos estuvieron ausentes de la narrativa.  ¿Es la política exterior de un país de renta media-baja la misma que la de un país de renta media alta, en términos de extensión, profundidad, medios y objetivos y, especialmente, en materia de administración de sus recursos humanos?

A pesar de que la tecnología ha aumentado su participación en los procedimientos y almacenamiento de datos, la política exterior continúa siendo una actividad intensiva en “recursos humanos”. Este fue un tema recurrente en la “celebración de ayer”.  A pesar de los avances realizados en los últimos 20 años, se percibe que el mayor desafío a nivel de recursos humanos está en la creación de mecanismos apropiados para mantener actualizados los conocimientos, la motivación y el acceso fluido a los grados superiores.  ¿Es posible hablar realmente de la existencia de una “carrera diplomática”, cuando en 20 años ninguno de los 10 representantes que quedan de la generación del año 1994 haya logrado el grado (directivo) de “Consejero”?  Y con mayor seguridad, uno o dos de nosotros, a este ritmo de movilidad funcionaria, alcanzará el grado de Ministro Consejero antes de cumplir los sesenta y cinco años de edad.  

“Viejito, no hay mejor candidato para desempeñarse como Director de Programa en la Secretaría de APEC, en Singapur. Te vamos a ayudar con la asignación de escolaridad, no te preocupes postula nomás”... “Viejito, no sé quién te dijo que te podríamos ayudar, no hay recursos para escolaridad y los colegios en Singapur son muy caros. Necesitamos gente con vocación”.

Veinte años nos ha tomado para avanzar del grado de Tercer Secretario al de Primer Secretario, cuando ya la mayoría de nosotros esta bordeando el medio siglo de vida.  ¿Es bueno para un país como Chile tener una política exterior basada en profesionales -muchos de los cuales son altamente capacitados- con Primeros Secretarios de 50 años?  ¿Y con Consejeros de 60 años de edad?  ¿Cuál es impacto etario en términos de motivación (frustración) y de productividad, en especial considerando que no se observa tampoco un apoyo claro al “perfeccionamiento de media carrera”?  A la fecha, no se ha establecido un marco conceptual que garantice la fluidez funcionaria que toda “carrera” requiere para ser tal. La jubilación a los 65 años es un medida cierta, pero no debería ser tomada como “el marco conceptual” o “mecanismo”, ya que ha quedado en evidencia que no es suficiente para el propósito de otorgarle a la carrera el dinamismo que requiere (fit for purpose). 

Hay otros elementos intangibles que en veinte años se hacen notar demasiado. La idea de que la carrera es un  zero sum game (lo que gana uno lo pierde al otro) impulsa a muchos colegas a creer que “todas las formas de lucha son válidas.   En algunos casos, esta idea ha sido beneficiada con resultados concretos, aunque el análisis de los méritos es pobre.  El mínimo moral budista es “no hacer el mal al otro”.  Una idea diferente es hacer el bien al prójimo, pero ya con no “hacer el mal” sería un cambio sustancial.  El “chaqueteo” continúa siendo una fuerza vigente y negativa, y tampoco hay mecanismos para evitarla.  La mediocridad su fenómeno vinculado.

La pregunta: si tuviera la oportunidad la oportunidad de retroceder en el tiempo, volvería a adoptar la misma decisión de ingresar al Servicio Exterior?. SI, sin duda fue una decisión correcta. La experiencia profesional, las oportunidades personales, han sido únicas. Esta decisión ha pasado la prueba del tiempo. 

Hace 20 años quince “jóvenes” ingresamos por vocación y con entusiasmo al Servicio Exterior de Chile, de un total de 90. Hoy quedamos diez, todos Primeros Secretarios, todos aún con vocación y todos aún con entusiasmo. Aunque ya los tiempos se acortan, el reconocimiento sea avaro y las oportunidades de perfeccionamiento y ascenso sean cada vez menores.

Sergio Toro

viernes, 28 de marzo de 2014

Un Minrel más horizontal (Julio Cordano)

"Antigüedad es grado", se escucha a menudo en los pasillos del Ministerio.

Este es un concepto profundamente enraizado en nuestra cultura institucional. Se manifiesta en que la antigüedad (es decir, el lugar en el orden jerárquico que establece el escalafón) es la base sobre la que se distribuyen las funciones que debe cubrir el Servicio Exterior, ya sea en una Dirección o en una Misión, Embajada o Consulado.

Es hora de pensar un sistema que supere esa lógica rígida e innecesariamente jerarquizada.

Primera precisión: es necesario reconocer que la experiencia es importante en todas las instituciones. Y es sin duda un criterio válido para asignar responsabilidades. Sin embargo, la forma como está aplicado este principio en la Cancillería replica un orden que no distingue adecuadamente habilidades ni competencias, emulando una jerarquía militar ciega a otros criterios y que en un servicio civil como el Ministerio no debiera ser la norma fundamental.

Por años se ha hablado de que el Ministerio debiera tener estructuras más horizontales, menos jerarquizadas, donde las decisiones sean más colegiadas y participativas. Donde se estimule la capacidad de tomar decisiones más abajo en la estructura ministerial. Donde se estimule la expresión de la opinión profesional para una mejor gestión de la política exterior. Donde los que traen una mayor preparación y experiencia en un tema dado sean los más consultados sobre ese tema. Y donde el trabajo de los diplomáticos, en Chile y en el exterior, evolucione hacia un sistema de "policy advice".

Pero como ocurre muy a menudo entre nosotros, la crítica y la queja no siempre trae aparejado una propuesta de cambio. 

El primer paso es repensar las jerarquías, al menos como se han entendido históricamente en la Cancillería. Aquí corresponde una segunda precisión: las jerarquías deben existir, son necesarias, también en la Cancillería. Siempre que haya poder público, deberá existir una línea de mando.

Sin embargo, las estructuras verticales, como la nuestra, no admiten la suficiente flexibilidad para que las personas, sin perjuicio de los años que tenga en el sistema, o el lugar que ocupe en el escalafón, hagan el mejor aporte que sus capacidades y sus especialidades permitan a la política exterior de Chile.

Esto no significa poner a jóvenes a cargo de personas de más edad, o alterar el orden del escalafón, ya que iría en contradicción con los principios de experiencia y jerarquía precisados anteriormente.

De hecho, significa algo mucho más simple. Significa que el escalafón es un instrumento que no sirve para estos propósitos en una institución como Cancillería. Que exceptuando a los Embajadores, el escalafón es tremendamente ineficiente para asignar funciones, porque lo hace con un criterio de antigüedad y no de especialidad. Es urgente por lo tanto que repensemos el rol que tiene el escalafón.

Imaginemos por un momento que lo eliminamos. Si el escalafón se elimina, habría que contrapesar esta decisión al menos con dos consideraciones. Primero, que haya un mecanismo de reconocimiento a la experiencia dentro del sistema (la precisión N°1 anotada arriba). Segundo, que el Ministerio conserve una jerarquía (mucho más horizontal) que permita un funcionamiento armónico de sus estructuras (precisión N°2).

Sigamos imaginando (los Embajadores, que son de confianza del Presidente, no forman parte de este ejercicio de imaginación). Y el resto de los miembros del Servicio Exterior? Visto que lo que necesitamos es flexibilidad para opinar, para proponer, para tener iniciativa, sería mejor tener un sistema que no sea prescriptivo en sus estructuras, es decir, que se vaya armando solo a medida que su dinámica interna estimule a todos a validar sus propias capacidades.

A veces, la solución más sencilla es la más directa y evidente. La imaginación nos lleva a pensar que habría que eliminar todos los grados. Y tirar sólo una línea, una distinción mínima de experiencia por años de servicio, que simplemente separe a "juniors" de "seniors". Por ponerla en algún lugar, en esta pincelada imaginaria, la ponemos en el límite de veinte años de servicio. Así, en un Minrel sin escalafón ni grados, un especialista con menos de veinte años de servicio no puede asumir jefaturas de Misión, o de Direcciones. 

Y la escala de sueldos? Y las calificaciones? y el concepto de carrera? Esas son discusiones válidas pero que no son impedimientos. Estos y otros temas implícitos en una reforma mayor como esta, son perfectamente abordables una vez que se decida horizontalizar las estructuras. 

No seremos los primeros que hagamos este tránsito. Basta con tomar la decisión de hacerlo. El primer paso es darle contenido a la antigua queja (tan llena de denuncia como vacía de propuesta) de tantos colegas que han acusado que el Ministerio es excesivamente rígido y jerarquizado. Y nos acerquemos más a una lógica de competencias, flexibilidad, integración y horizontalidad. Imaginemos que se puede.

Julio Cordano


miércoles, 26 de marzo de 2014

Diplomáticos Gay (César Gamboa)

El 16 de enero pasado, el diario The Advocate publicó un interesante artículo titulado: “The Changing Face of Diplomacy”. Su autor, Dominic Bocci, toma como punto de partida de su escrito la nominación como embajador de James Hormel por Bill Clinton en 1999, y la oposición que arreció desde el frente conservador por ser aquél abiertamente gay. Su reseña histórica luego destaca la nominación de Michael Guest como embajador en Rumania entre 2001 y 2004 y el reconocimiento de Collin Powell de la pareja de este diplomático, siendo un momento histórico en la consagración de la presencia de diplomáticos gay en el servicio exterior de Estados Unidos. Bocci es optimista al reconocer que Obama ha nominado cinco embajadores abiertamente gay, dando pie al título de su artículo, referente a la nueva aceptación que, en el desempeño de labores diplomáticas, han recibido quienes en otro momento histórico habrían sido desplazados o rechazados.

¿Cuál es la actitud que en Chile existe al respecto? Hasta el momento, no es claro que ser abiertamente gay implique un problema en el servicio exterior. Sin embargo, tampoco existe una actitud clara en relación con la necesidad de que este aspecto específico de la vida de algunos sea reconocido e institucionalmente aceptado. 

La aceptación institucional significa, entre otras cosas, que en la determinación de las competencias de un funcionario no sea considerada su orientación sexual como índice de su desempeño o como una mácula con incidencias negativas. Al mismo tiempo, se debe promover que el ambiente laboral no sea contaminado por discursos homofóbicos o descalificatorios en razón de la sexualidad. Una política efectiva de no discriminación debiera incluir la promoción de un ambiente tolerante y dispuesto a la convivencia sin pretensiones de ningún tipo.

En todo caso, no se debe desconocer que, a pesar de no existir ningún pronunciamiento positivo al respecto, la Cancillería chilena tampoco es un lugar donde institucionalmente existan problemas de discriminación. Ello no obsta a que una mejora sea posible, especialmente en lo que se refiere a que exista plena certeza de que nadie será perjudicado por su orientación sexual o que, en caso de serlo, contará con el respaldo de las autoridades cuando un reclamo formal sea procedente.

Finalmente, también debe institucionalizarse que los diplomáticos gay que salen destinados puedan ser acompañados de sus respectivas parejas cuando ello sea procedente. Esto último debe ser más que una concesión entregada a la buena voluntad de la autoridad y debe convertirse en un principio estable que, además, encuentra su justificación legal en el Art. 1 de la Ley 20.609 o Ley contra la Discriminación:

Corresponderá a cada uno de los órganos de la Administración del Estado, dentro del ámbito de su competencia, elaborar e implementar las políticas destinadas a garantizar a toda persona, sin discriminación arbitraria, el goce y ejercicio de sus derechos y libertades reconocidos por la Constitución Política de la República, las leyes y los tratados internacionales ratificados por Chile y que se encuentren vigentes.

El innegable avance que Chile ha tenido en estas materias requiere una necesaria actualización de las prácticas institucionales con el fin de consagrar la igualdad de oportunidades y la promoción de las condiciones necesarias para que cada uno alcance su pleno desarrollo individual sin que la orientación sexual sea un obstáculo que limite o perjudique a funcionarios igualmente capaces y comprometidos con el servicio público.

César Gamboa

viernes, 21 de marzo de 2014

La imperiosa necesidad de un cambio (Iván Favereau U.)



Gracias a este blog hemos ido conociendo una serie de visiones y opiniones que dan cuenta del profundo anhelo de cambio existente entre un importante número de funcionarios del Servicio Exterior de Cancillería. Creo, asimismo, que tal anhelo se extiende hacia un número igualmente importante de funcionarios profesionales y administrativos del MINREL, espectadores también del progresivo anquilosamiento  que vive nuestra institución.

Como ya se ha dicho en varios otros artículos, tal proceso no se inició hace un par de años sino más bien hace varias décadas atrás.  Ya en 1948 nuestro Premio Nobel, Pablo Neruda, hacía una mordaz crítica a nuestra estructura funcionaria  en su poema “Diplomáticos” al señalar que “Si usted nace tonto en Rumania sigue la carrera de tonto/ si usted es tonto en Avignon/  su calidad es conocida/ por las viejas piedras de Francia,/ por las escuelas y los chicos irrespetuosos de las granjas./ Pero si usted nace tonto en Chile/ pronto lo harán Embajador” (ver poema completo en http://www.literatura.us/neruda/general.pdf , p.227).

Las palabras de Neruda dan cuenta que ya hace más de 60 años nuestra diplomacia evidenciaba señales de poseer una cultura organizacional decimonónica con lastres que perviven hasta hoy. Cuesta entender, por lo tanto,  que tan poco se haya hecho desde entonces por  su modernización y actualización a los requerimientos del mundo contemporáneo.

Es cierto que durante el período de la dictadura militar no hubo espacio ni incentivos para impulsar debates ni cambios. El temor reverencial existente hacia la autoridad atentó contra la libre expresión de ideas transformándonos en un cuerpo de civiles jerarquizados, obedientes y no deliberantes. Parte de esta cultura, debemos reconocer, sigue presente en nuestro MINREL.

No obstante, el mundo cambió -y dramáticamente- en mucho aspectos.  La obediencia y no deliberación a todo evento de aquella época pasó de ser una actitud considerada como virtuosa por la autoridad a una peligrosa característica que ha terminado por crear una imagen generalizada y distorsionada de nuestro Servicio Exterior que, en muchos casos, es percibido como un cuerpo funcional a la administración de turno pero incapaces de aportar conocimiento y experiencia en la definición de nuestra política exterior.  Asimismo, la imposición por años de un sistema de jerarquías basado únicamente en la antigüedad ha inhibido el desarrollo de los talentos profesionales de quienes han hecho un esfuerzo por formarse adecuadamente.

Desde 1990 en adelante se ha hecho poco. Cambios profundos que permitan un lineamiento estratégico para enfrentar los desafíos internacionales de las próximas décadas no han ocurrido. Es cierto que nuestra diplomacia puede exhibir importantes logros durante todo este tiempo, sin embargo, resulta evidente el agotamiento que sufre esa diplomacia ultra jerárquica, elitista y versallesca, que malamente estructura nuestras formas de trabajo y que hace tiempo fue superada en aquellos países más desarrollados de nos sirven de guía. Asimismo, es clara la progresiva pérdida de espacios que afecta a nuestro MINREL como principal actor de la política exterior de Chile frente a otras instituciones del aparato público y también privadas.

Si a lo anterior sumamos la incapacidad de este sistema por auto renovarse estamos entonces frente a una “tormenta perfecta” que, inevitablemente, golpeará las estructuras de organización del MINREL. El progresivo ingreso de estudiantes a la Academia Diplomática con niveles de calificación profesional cada vez más alto exige que quienes conducen nuestra Cancillería entiendan esta realidad y asuman la tarea de llevar adelante una profunda reestructuración de esta institución. No existe otra opción si pretendemos conservar cierto “monopolio” en el manejo de las relaciones internacionales de Chile.

Por ello, los cambios que parecen estar introduciéndose estarían apuntando en el sentido correcto al nombrar como embajadores a funcionarios con calificaciones profesionales probadas que permiten elevar los estándares de todo el Servicio Exterior. Es cierto que la posesión de un título profesional no asegura un desempeño exitoso en la alta diplomacia y existen varios ejemplos de reconocidos embajadores -formados en nuestra Academia Diplomática- que han hecho un gran aporte a nuestra política exterior. Pero  la experiencia y el criterio que se puede adquirir con años de servicio, sin duda, se verán reforzados y complementados positivamente por una base de conocimientos especializados capaces de producir una sinergia que debiera ser una de las principales fortalezas que precisamente caracterice a los funcionarios del Servicio Exterior de Chile.

Más allá de los reparos y problemas que provocará, el cambio es necesario. Si pretendemos continuar siendo un actor decisivo en la política exterior de nuestro país debemos adaptarnos rápidamente a los nuevos tiempos. Para quienes compartimos estas ideas el cambio propuesto resulta un deber ético que hoy debemos impulsar. Si no lo hacemos, más temprano que tarde los futuros diplomáticos chilenos nos enrostrarán nuestra incapacidad de actuar y preocuparnos por el futuro del MINREL.

Iván Favereau U.

Es un problema de actitud... (Rodrigo Waghorn)

Luego de haber leído todos los posteos de nuestros blogueros Minrel, concuerdo con la mayoría de los diagnósticos e impresiones que existen en nuestra casa sobre la crisis institucional que vive el Ministerio, pero difiero también sobre cuál es la principal solución a nuestros bien intencionados y justos reclamos.  Necesitamos medidas de modernización urgentes, eso está clarísimo, ¿quién lo podría negar?  El escalafón nos tortura, las faltas de incentivos apropiados a los méritos nos atormentan, pero no existe un cambio real si no comenzamos por nosotros mismos.

Lo primero que necesitamos, de manera aún más urgente que aquellos esperados cambios estructurales, es un Cambio de Actitud, un redescubrir de nuestra pasión por el trabajo, una urgente búsqueda motivacional que nos lleve a los momentos en que elegimos esta carrera, cuando decidimos representar a Chile en el extranjero y no a nosotros mismos en nuestras propias ambiciones.  Es como cuando Jerry McGuire, el representante deportivo de la pantalla grande interpretado por Tom Cruise,  despierta afiebrado en la mitad de la noche y se da cuenta que su trabajo no significa nada si no pone por delante su pasión por ofrecer un servicio personalizado y de calidad a sus representados.  Se da cuenta de que se había transformado en una máquina de hacer dinero y mentiras a sus clientes.  McGuire cambió, reencontró la pasión perdida y ganó su batalla personal.

Tener actitud es la forma de enfrentar nuestro trabajo, lo que implica, entre otros elementos, creer de verdad en nuestra función y buscar, de esa forma, agregar valor a la Política Exterior de Chile, haciendo ver con lealtad y decisión nuestras ideas a quienes toman decisiones y, aún más relevante, sentir que nuestra preparación SÍ nos permite realizar acciones criteriosas y que pongan en buen pie a nuestra organización.  Tener miedo a ser perjudicados en nuestras carreras por tomar decisiones complejas o aplicar la más mínima iniciativa, o por mirar a los ojos a alguna autoridad y decirle lo que uno realmente piensa, son algunos de los lastres que no nos han permitido posicionarnos en el lugar que nos corresponde como cuerpo de profesionales asesores en materias de política exterior y ejecutores de la misma.

Necesitamos una actitud distinta, valiente, propositiva, inteligente, que nos motive a perfeccionarnos y a mejorar nuestros conocimientos en cada área.  Si no cambiamos nosotros mismos, es imposible exigir cambios a las autoridades y pedirles una mayor confianza y respeto de la carrera.  Esta es la actitud que nos llevará a convencer a la autoridad de que la solución a la modernización de la Cancillería está en sus funcionarios, en la medida que seamos eficientes, motivados y comprometidos.  La modernización está en nuestras manos y depende, en primer lugar, de nosotros.  No nos quedemos estancados.

Rodrigo Waghorn

miércoles, 19 de marzo de 2014

Más respeto señores publicistas (Beatriz de la Fuente)

El diccionario de la RAE define la palabra Embajador/ra  en los siguientes términos:
1. m. y f. Diplomático que representa al Estado que lo nombra, cerca de otro Estado.
2. m. y f. emisario (emensajero).
3. m. y f. Persona, entidad o cosa que por ser característico de un lugar o país, se considera representativo de ellos. El jamón es el embajador de la gastronomía española
4. f. Fuera de los usos oficiales, mujer de embajador.

Con cada nueva administración, el proceso de designaciones, confirmaciones o aceptación de renuncias de Embajadores crea grandes expectativas en todos quienes estamos vinculados al tema. Para los integrantes del Servicio Exterior, los citados nombramientos nos acercan o nos alejan de un ascenso en el escalafón al grado superior y, finalmente, a la opción de culminar nuestra carrera como Embajadores.

De ahí que me cause indignación profunda  el uso cada vez más banal que se da al término Embajador/ra. Hace unos años se usaba solo, por ejemplo, para designar al  “Embajador de UNICEF” y ahí encontrábamos al futbolista Iván Zamorano o al actor Benjamín Vicuña. Tratándose de un organismo internacional dedicado a los niños, y a personajes de cierta reputación y trayectoria positiva, uno podía condescender. Estos días, en cambio, cualquier modelo de turno puede ser “Embajadora de Crema Nivea”, o del espumante del verano. A eso se suma una publicidad que recientemente vi en una revista de papel couché, donde locales comerciales dedicados a productos de belleza eran llamados “Embajadas.”

Este descargo puede parecer excesivamente purista, teniendo en cuenta que desde un punto de vista semántico, estos embajadores publicitarios sí representan a un determinado producto o servicio, de acuerdo a la acepción número 3 de la RAE. No obstante, el objetivo de esta reflexión es detenernos un minuto a revalorizar el significado de una palabra que alude a un cargo, a un grado, y también a uno de los honores más altos de la administración pública, que es representar al Presidente de la República en el exterior.

El medio publicitario chileno ha respetado hasta ahora a los grados altos de las FFAA, como Generales o Almirantes; o bien a los representantes de la curia eclesiástica, como Obispos o Cardenales. Ignoro si esta omisión se vincula al respeto, al miedo, o al temor de Dios. Lo que si tengo claro es que es nuestro deber defender y revalorizar la palabra Embajador/a.

Quienes leen estas líneas tienen muy claras las labores de un Embajador/a y cómo éstas tareas parten por representar oficialmente al Estado al cual pertenece, y se extienden a atender los asuntos de interés estatal entre el país que representa y ante el cual está acreditado, pudiendo los tópicos oscilar en materias tan variadas como: política, economía, comercio, cultura, turismo, tratados, acuerdos, diplomacia pública, etc. En algunos casos también les puede corresponder intervenir en asuntos o eventuales problemas que afecten a sus compatriotas en el suelo en el cual desempeña su función de Embajador, debiendo ante todo velar por la seguridad y la integridad de estos.

Al concluir este desahogo, no solo pido más respeto a los señores publicistas, sino que dejo planteada la necesidad de emprender acciones concretas que nos posicionen ante la opinión pública, que den a conocer nuestra labor, nuestras funciones y en términos crudos, nuestra utilidad. Ese acercamiento, que bien se puede hacer a través de un lobby pagado gremial, es urgente y necesario. En este sentido, la revalorización del concepto Embajador/a no es relevante solo por y para defender la imagen del Jefe/a de Misión. Al rescatar este cargo/grado de las manos de la publicidad estamos todos los funcionarios del Servicio Exterior poniendo en valor nuestro trabajo, nuestra carrera y también nuestro porvenir, como futuros Embajadores de la República.


Beatriz de la Fuente

martes, 18 de marzo de 2014

A propósito de la Modernización del Estado y la Cancillería (Marcelo Palominos)

El Programa de Gobierno que presenta esta nueva Administración aspira a consagrar un Estado moderno para Chile (1) que promueva, entre otros asuntos, una gestión de calidad y, para ello, resulta fundamental que los funcionarios públicos trabajen en condiciones de dignidad. 

A priori, se reivindican acciones concretas que promoverán condiciones laborales dignas y empleo decente y, a mi juicio, ello deben tener en mente los nuevos tomadores de decisión de la Cancillería.  Ello implicaría, eso sí,  una condición sine qua non: respetar el marco normativo de la Administración Pública sustentado en la Constitución Política y en la LOCBGAE (2), lo que permitiría repotenciar la Carrera Funcionaria que, dicho sea de paso, la administración saliente despreció.

A propósito del proyecto de Modernización de la Cancillería (3) presentado recientemente, de su lectura se deduce que no hubo una coherencia con las disposiciones señaladas precedentemente, porque si bien dispone atributos de perfección a la carrera diplomática, respecto a los “otros” funcionarios que laboran tan eficaz, complementaria y significativamente para el cumplimiento de los mismos cometidos y principios de Política Exterior se denota una falta de consideración a su real aporte y “expertise” (4), pese que a diplomáticos y funcionarios de la planta de Secretaría y Administración General (Planta SAG) cabría la denominación funcionario público, y especialmente en Chile donde es indispensable pensar en perfeccionar ambas carreras, por ejemplo los requisitos y condiciones para los cargos de segundo y tercer nivel jerárquico. Sería un avance consagrar que pertenecer al Servicio Exterior no debe ser el requisito excluyente para aspirar a esos cargos.

Resulta paradójico comprobar, entonces, que los argumentos esgrimidos para atraer a los mejores talentos, con vocación, nivel de ingreso y remuneraciones de los grados iniciales, se visualicen sólo a los integrantes de la carrera diplomática. ¿Acaso estos conceptos y necesidades no son también aplicables a los funcionarios que pertenecen a la Planta SAG y, en especial, para los profesionales?  Creo pertinente manifestar que para validar una verdadera modernización con buen pronóstico, los cambios deben generarse no sólo a la Planta del Servicio Exterior sino que el foco debe apuntar a un perfeccionamiento integral acorde con las disposiciones generales de la administración pública, es decir una suerte de integración funcional efectiva de las dos Plantas que interactúan en la estructura interna de la Cancillería.

Finalmente, y en referencia a la empleabilidad a contrata y al hecho que haya sido la panacea para la administración saliente para cargos DPT, que significó no sólo incorporarlos, a partir del 11 de marzo de 2010, en hasta 9 grados superiores respecto a los últimos grados que ostentan los de esa planta de cargos permanentes sino que con esa política se soslayó el principio jerárquico como base de organización administrativa;  ver truncada su carrera funcionaria; e imposibilidad de  ejercer  y desempeñar funciones propias  del cargo para el cual han sido nombrados.  Aun más, el proyecto presentado (5) pretende consignar atributos directivos  al personal no permanente de la administración pública lo que claramente constituye una visión que no se condice a lo establecido en el artículo 38 de la Constitución Política de la República.

Cabe esperar en lo inmediato constatar una inflexión. Al menos en el papel las nuevas autoridades que tomen decisiones y evalúen aspectos como los mencionados velarán para que los funcionarios públicos trabajen en condiciones de dignidad, y ello necesariamente significa desde mi punto de vista:

a) Reconocer como un derecho fundamental de los empleados de la administración pública el sistema de promoción, siendo un deber de la Autoridad promover su materialización efectiva, sin perjuicio que las nuevas autoridades del Ministerio de Relaciones Exteriores no se encuentran obligadas a llamar o concretar mencionados concursos internos (6) no implica, como lo hizo la administración anterior, suspender indefinidamente la realización de la promoción ya que ello atentaría nuevamente contra la carrera funcionaria amparada en la Constitución Política.  En consecuencia, es de toda equidad que éstas ponderen acerca de la necesidad de proveer los 19 cargos vacantes del escalafón DPT empleando dicha modalidad en armonía con las normativas citadas.

b) Apreciar, de conformidad a los principios generales de la administración pública, las circunstancias o razones que justifican la adopción de medidas que potencien y reactiven la contribución de los funcionarios de la Planta SAG, acorde a lo que se proyecta y estima para la Planta del Servicio Exterior cuando labora en Chile, cuyo resultado dé origen a un  proyecto de ley consensuado y no unilateralmente impuesto y excluyente.  

(1) Programa de Gobierno de Michelle Bachelet 2014-2018, página 53
(2) Ley Orgánica Constitucional de Bases Generales de la Administración del Estado
(3) Boletín N° 9.263-10. Proyecto de ley que aprueba un nuevo estatuto orgánico del Ministerio de Relaciones Exteriores, crea la Dirección General de Promoción de Exportaciones y modifica otros cuerpos legales
(4) Pericia: Sabiduría, práctica, experiencia y habilidad en una ciencia o arte
(5) Artículo 30°: El personal a contrata del Ministerio de Relaciones Exteriores podrá desempeñar funciones de carácter directivo, las que serán asignadas, en cada caso, por resolución del Subsecretario respectivo. El personal al cual se asignen tales funciones no podrá exceder del 15% del personal a contrata de la Subsecretaría de Relaciones Exteriores y del 20% de la Subsecretaría de Relaciones Económicas Internacionales.
(6) Artículo vigésimo séptimo 16) de la Ley N°19.882 de Nuevo Trato Laboral de 2003 y Dictámenes CGR N°46.084 de 2008 y N°77.821 de 2010.


17 de marzo de 2014

Marcelo Palominos Antúnez
Administrador Público
Magíster en Gerencia Pública

lunes, 17 de marzo de 2014

La influencia de Chile (René Schneider)*

Prestigio e influencia son los recursos tradicionales que persigue la política internacional de los Estados.  Esto, con el objetivo final de garantizar su seguridad, así como de defender y proyectar internacionalmente sus intereses y valores. Para esos fines, los planteamientos estratégicos que definen los países pueden darle mayor énfasis a la búsqueda de equilibrios y alianzas, a la cooperación o la institucionalización de sus relaciones a través de organizaciones regionales o universales. Generalmente, y por la creciente complejidad que van adquiriendo las relaciones internacionales, se llega a combinar estos factores en función de las capacidades propias de cada Estado y de la coyuntura que les corresponde enfrentar.

En el esquema realista, heredado del siglo XIX, las relaciones, alianzas y rivalidades se definen principalmente entre Estados y a partir de su poder económico y militar, es decir a partir de factores materiales y en un contexto supuestamente anárquico. Sin embargo, hoy en día, la globalización y la revolución de las comunicaciones que esta implica, han complejizado el escenario internacional, dando paso a nuevos actores y fenómenos transnacionales que interactúan intensamente y con mayor preponderancia de elementos intangibles. En definitiva, los actores son mucho más diversos y las formas que tienen de ejercer su poder son más variadas.

Esos cambios profundos de la sociedad internacional modifican la estructura de las relaciones de tal manera que los esquemas diplomáticos interestatales y fundados en una visión tradicional del poder se encuentran muchas veces superados y deben incorporar elementos de análisis y de acción que le permitan adaptarse a esta nueva realidad compleja. Así, para entender el mundo en su dinámica actual y ejercer influencia en él, tenemos que ser capaces de reformar nuestros paradigmas, métodos y herramientas. 
Para Chile, desde el retorno a la Democracia, la inserción internacional ha sido una prioridad constante que se ha manifestado principalmente a través de una participación activa en los foros multilaterales y regionales y de una intensa política comercial. Al mismo tiempo, se han enfatizado las relaciones con Latinoamérica, buscando resolver los temas pendientes por la vía de la negociación, apostando en la racionalidad y la buena fe de nuestros interlocutores. En ese escenario, han abundado los argumentos jurídicos, las vías judiciales y los acercamientos entre gobiernos.

Sin embargo, y a pesar de los importantes logros en materias comerciales y otras, la diplomacia chilena, al igual que la de otros países, ha sido orientada en sus grandes líneas, a partir de una visión del mundo fundada en la centralidad del Estado como único actor legítimo de las relaciones internacionales y en las herramientas tradicionales de la diplomacia y el derecho internacional. Así, las oportunidades y tensiones que implican para Chile sus relaciones internacionales son asumidas esencialmente desde una perspectiva centralizada, estatista y racional. En un paisaje crecientemente fragmentado, marcado por las comunicaciones y el peso de las sociedades nacionales en las definiciones de política exterior, este enfoque se revela limitado e insuficiente. 

En ese contexto, las demandas judiciales internacionales que hoy enfrenta nuestro país con sus vecinos del norte plantean un desafío que va más allá de la calidad jurídica de nuestra defensa o del resultado final del proceso en La Haya. El escenario de esas demandas es también aquel de las relaciones bilaterales (o trilaterales) entre sociedades políticas que entienden las relaciones vecinales desde una perspectiva muchas veces irracional y en la cual inciden factores históricos, culturales e ideológicos profundamente arraigados en sus respectivas identidades. Es el terreno de la diplomacia y de una serie de elementos simbólicos que intervienen con particular fuerza en la construcción de nuestras relaciones internacionales. Al igual que en los orígenes arcaicos de la diplomacia, se trata de relaciones entre “vecinos y extranjeros” en las cuales el factor humano se revela fundamental para construir una relación distinta a la que nos lleva la inercia de los conflictos latentes, de los rencores históricos y de las tensiones identitarias. 

La diplomacia profesional, entendida como la actividad de análisis, definición y proyección de nuestra política exterior por quienes le dedican su vida, adquiere entonces una relevancia particular. En efecto, a partir de herramientas comunicacionales y sobre la base de objetivos de acercamiento y generación de confianza, podemos desarrollar una estrategia de Diplomacia Pública dirigida a influir en esas sociedades y en la cual los diplomáticos radicados en esos países jugarían un papel de primer orden. Al mismo tiempo, ese cambio de paradigma implica desarrollar e instalar institucionalmente la capacidad de proyectar nuestra visión más allá de la coyuntura y diseñar escenarios a mediano y largo plazo que nos permitan definir caminos y proyectar nuestras relaciones a partir de objetivos estratégicos claros.

Esto deja, asimismo, en evidencia la urgencia de desarrollar un pensamiento estratégico,  propio y a escala global, como el mejor camino para auscultar los escenarios internacionales de Chile en América Latina y en el mundo. 

Así, revalorizando nuestra diplomacia, a través de una profunda modernización de nuestro sistema de política exterior y de sus métodos, e introduciendo el pensamiento estratégico como una herramienta fundamental en los procesos de toma de decisiones, podríamos estar en condiciones de iniciar una nueva etapa para una inserción internacional más profunda, más política y más diplomática de nuestro país.

René Sebastián Schneider

*Artículo publicado en El Mostrador en enero de 2014

El estancamiento en el escalafón (Enzo Barra)

A mi modo de ver, siendo uno de los mayores problemas y deficiencias de nuestro Servicio Exterior el actual estancamiento del escalafón, resulta apremiante hacer un análisis de sus síntomas, causas y promover soluciones.  En este sentido, quisiera compartir algunas reflexiones.

En la actualidad, se da la alta posibilidad, para muchos colegas, de llegar a los 65 años de edad sin alcanzar los grados superiores de la carrera.  Al mismo tiempo tenemos un cuerpo de embajadores provenientes de la carrera y ministros consejeros que, en un número importante, llegaron a ese grado alrededor de los 50 años.

Lo anterior implica que quienes detentan los actuales grados superiores de la carrera, lo han hecho por largos periodos, de entre 10 a 15 años. Esto daría lo mismo si el escalafón fuera flexible y cada uno ascendiera una vez cumplidos los requisitos de ascenso, pero como no es el caso, esto genera un impacto en los ascensos de los actuales secretarios, que muchas veces demoran 8 años o más en ascender al grado superior.

Además, un número importante de los embajadores de carrera fueron nombrados teniendo mucho menos de 55 años de edad y en la actualidad tienen más de 65 años, sin ser llamados a retiro por la autoridad, generando en ese mismo cuerpo discriminaciones.  Si podemos coincidir que en parte importante el estancamiento del escalafón se debe a lo expuesto, se pueden esbozar propuestas que apunten a solucionar esta situación.

Los futuros nombramientos debieran necesariamente considerar que los MC nombrados tengan 55 años cumplidos y que estos embajadores de carrera pasen a retiro al cumplir los 65 años, sin excepción alguna.   En caso que un embajador proveniente de la carrera siga gozando de la confianza de la autoridad de turno para permanecer en el cargo más allá de los 65 años de edad, éste debería ser considerado por ADICA como un embajador de la cuota política, lo que no implica nada negativo en sí, sino que simplemente constata un hecho objetivo y, de paso, se transparenta el porcentaje exacto de embajadores de carrera que la autoridad de turno nombra.  Del mismo modo, se debe abordar con la autoridad la creación de un escalafón de complemento para los colegas que cumplen 65 años de edad y que no han llegado a ser embajadores, como otras medidas que estimulen y faciliten su retiro voluntario.

El ánimo no es atacar a los colegas que luego de destacadas carreras han sido honrados con la designación como embajadores de Chile, mucho de los cuales inspiran respeto por sus cualidades profesionales y humanas.  El tema no debe personalizarse y debe ser enfrentado con altura de miras y con generosidad.

La motivación a escribir estas líneas viene del hecho que en menos de un mes cumpliré catorce años de carrera y luego de cuatro años en el grado, aún soy segundo secretario con varios años por delante antes de ascender al grado de primer secretario.  Actualmente ocupo en el actual escalafón el lugar 43, con una hoja de vida intachable.

A todos nos asiste el derecho de aspirar a una carrera en el Servicio Exterior donde todos tengan las mismas oportunidades de avanzar de manera regular en los distintos grados de la misma, lo que en la actualidad no se estaría dando de mantenerse la actual dinámica del escalafón.  Sistemas que no sean capaces de generar cambios periódicos en su estamento directivo, poco tienen que ver con la meritocracia.

Espero que tanto la autoridad como la asociación de diplomáticos de carrera se pronuncie sobre esto y evalúe si existen elementos suficientes como para estimar que uno de los problemas más graves de la carrera, desde hace mucho tiempo, es el estancamiento del escalafón; que analicen sus causas y que exploren eventuales soluciones, considerando la posibilidad de conformar un grupo de trabajo de la propia asociación que aborde este tema.

Enzo Barra Navas
Lisboa

viernes, 14 de marzo de 2014

Un nuevo enfoque para las tareas de la Academia Diplomática (Claudio Garrido y Manuel Lara)

El rol fundamental de las academias diplomáticas ha sido el de formar a los funcionarios de planta de los servicios exteriores de sus respectivos países.  Esta labor se ha sustentado en la premisa de que quienes ejercen la función diplomática son, de manera exclusiva o mayoritaria, quienes pertenecen a ese grupo cerrado.  Sin embargo, la inclusión de un número creciente de actores, estatales y privados, que se sitúan fuera de los ministerios de relaciones exteriores, ha resultado en una merma de la influencia que las academias han tenido en la formación de quienes toman decisiones y ejecutan la política exterior.
  
En efecto, sin distinción de nacionalidad, las academias han ido perdiendo preeminencia en la medida que diferentes agencias del Estado participan activamente en la política exterior y cuentan entre sus filas a equipos de competentes especialistas que participan en reuniones técnicas y que son capaces de negociar acuerdos internacionales en el ámbito de sus competencias. En otras palabras, existe un sinnúmero de funcionarios, incluyendo a aquéllos que provienen de Cancillería pero que no pertenecen a la planta del Servicio Exterior, que ejercen funciones diplomáticas sin que el Estado los considere formalmente como tales.  
  
Para subsanar esta situación, resulta crucial redefinir el concepto de diplomático en un sentido más amplio, tomando en consideración esta pérdida de monopolio experimentada por las cancillerías en todo el mundo en la conducción de las relaciones exteriores del Estado.  En un sentido no restrictivo y dando cuenta de los cambios operados en el sistema internacional, podríamos afirmar que todos aquellos que ejercen funciones diplomáticas son, en la práctica, diplomáticos.  Y en consecuencia, las academias sólo cumplirán cabalmente su función si dan cuentan, debidamente, de los cambios operados en el plano internacional y amplían su visión  incorporando a todos los actores en su labor formativa.  Esto es cierto en la medida que se reconozca que son las cancillerías los órganos llamados a coordinar la labor internacional del Estado.
En Chile, no se ha seguido esta tendencia.  La academia diplomática funciona bajo un esquema de "escuela matriz", seleccionando a un grupo relativamente homogéneo de profesionales, a los cuales dota de herramientas para desempeñarse en Cancillería partiendo del más bajo de sus grados.  No existe otra forma de pertenecer a la élite diplomática, no existen otras vías por las cuales ingresar a la carrera misma.  ¿No es ya hora de que utilicemos bien nuestros recursos, abriendo a la academia diplomática al ingreso de profesionales de otras ramas que dedicarán su tiempo profesional haciendo diplomacia en sus respectivas áreas de competencia? ¿No permitiría ello la existencia de una diplomacia más amplia, más democrática, más integrada con los intereses del Estado y con mayor capacidad de actuar de manera coordinada?.  
La implementación de un sistema nacional diplomático requiere necesariamente para su coherencia y debido funcionamiento que la academia opere como centro de estudios que incorpore y capacite a la totalidad de los diplomáticos, sin distinciones, que representan al Estado y sus intereses en el exterior.

Para avanzar en ese sentido, es esencial potenciar la academia y dotarla del estatus de centro académico y que se transforme en una instancia que congregue a especialistas y a la comunidad en general.  Eso abrirá el espacio para la formación de especialistas, el perfeccionamiento, la capacitación y la posibilidad de incorporar a todos los actores relevantes en el proceso de discusión de la política exterior.

Claudio Garrido
Manuel Lara

Las raíces del Minrel en el país (Julio Cordano y Manuel Lara)

La sociedad chilena se ha complejizado a un nivel que pocos previeron y  que pocos pudieron aquilatar en sus consecuencias y efectos.  Y sabemos que mientras más compleja es una sociedad, más intereses tiene en lo que ocurre más allá de sus fronteras.  Por ello, si queremos representar al país frente al mundo debemos saber qué y a quíénes representamos, cuáles son los intereses que debemos promover y defender.  En otras palabras, debemos tener raíces bien asentadas en la realidad nacional, conocer sus complejidades y excelencias, saber cuáles son realmente los intereses de la sociedad, cómo podemos trabajar para que "los chilenos" se beneficien lo más posible de nuestros contactos internacionales. 

Lamentablemente, las estructuras actuales de nuestra cancillería no contemplan mecanismos de comunicación con el país, con las regiones, con los sectores productivos, con el mundo de la cultura o con las áreas en las que Chile se ha desarrollado con fuerza.  El Ministerio sostiene una visión desde el Estado, con aspiraciones a ejercer un política exterior con altura de miras, pero de espaldas al país real que busca representar. 

Hay, por lo tanto, un debate que no hemos tenido sobre cómo establecer líneas de comunicación constantes e institucionalizadas con los distintos sectores sociales y políticos que conforman el país. Generar estos vínculos es básico para crear una conexión con el país que representamos en el exterior, y debería tener como consecuencia el objetivo no menor de tener una política exterior más ciudadana, más abierta, más completa y, en definitiva, más legitima. 

Los primeros pasos hacia ese objetivo son evidentes: es necesario abrir a la Cancillería hacia la sociedad, estableciendo canales de comunicación con nuestros principales grupos de interés (stakeholders) tales como la sociedad civil, las autoridades locales, regionales, otros ministerios, empresas públicas relevantes, empresas y asociaciones privadas, asociaciones gremiales en Chile, por mencionar a algunos.  Hoy contamos con una representación inorgánica y casuística.  Tenemos a un diplomático apostado en el Ministerio de Educación y otro representando al Ministerio en Arica. Los ha habido, anteriormente, en el Ministerio de Agricultura y en el Ministerio del Interior. Estas excepciones deben institucionalizarse y ampliarse, transformándose en una red mucho más extendida, fruto de una planificación racional para enriquecer nuestra política exterior.  

Contar con diplomáticos activos en las diferentes áreas en que se desarrolla el quehacer nacional, formalmente vinculados al Ministerio de Relaciones Exteriores al que pertenecen y con contacto directo con nuestra red de embajadas permitiría alimentarlas con información fresca sobre los intereses e iniciativas que provienen de estos ámbitos de la sociedad.  Para ejemplificar esto, baste mencionar que una embajada en el exterior no tiene la posibilidad de contacterse directamente, de manera oficial, con CORFO, con el Comité de Inversiones Extranjeras, con el Ministerio de Defensa, con la FACH, una intendencia o una alcaldía. Todo contacto con estas instituciones debe canalizarse a través del Ministerio de Relaciones Exteriores, convertida en una verdadera oficina de recados que cada día tiene menos capacidad para transmitir de manera eficiente y fidedigna la información que se requiere.  ¿Cómo podría hacerlo, si no fue diseñada para tales labores?

Lo cual nos lleva directamente al tema del rol mismo debe jugar nuestra cancillería.  Porque mientras destinamos recursos a hacer las veces de buzón de información, que podría ser gestionada directamente por las embajadas y sus contrapartes directas en Chile, dejamos de hacer otra labor fundamental que es la de "echar raíces", que es la conectarnos, participar, activar iniciativas, comprender, opinar, informar.  Es urgente crear oficinas de coordinación, a cargo de diplomáticos, a lo largo de todo Chile en los organismos que con más intensidad están participando en el ámbito internacional.

Sabemos que para cumplir esta función no hay suficientes diplomáticos en la actual planta. A falta de ellos, perfectamente se podría encomendar este rol a profesionales o a funcionarios que sean capacitados en la Academia Diplomática, y que a través de su experiencia, conocimiento y comprensión de nuestras estructuras y, más importante, de la forma como operan las embajadas, puedan aprovechar al máximo su potencial para beneficio de una política exterior más rica y con más raíces.

Este es un debate urgente que debería ser considerado en cualquier nueva propuesta de reforma del Ministerio.  Es la única forma de pasar de un ministerio que hace su mejor esfuerzo con herramientas del siglo pasado, a uno en que las principales directrices estén motivadas en las aspiraciones y prioridades que la misma sociedad busca para su propio beneficio y progreso.

Julio Cordano
Manuel Lara

jueves, 13 de marzo de 2014

Radiografía de la Diplomacia Digital (Cristián Jara y Osvaldo Ojeda)*

Al hablar de digitalización, del uso de internet y de Diplomacia Digital, resulta necesaria una adecuada radiografía a fin de determinar posibles pronósticos y cursos de acción. Es por esto que a continuación se aborda el “estado del arte” del empleo de herramientas digitales en la diplomacia nacional inserta en un contexto regional y mencionando experiencias comparadas.

En Chile y en la región aún existe una brecha digital entendida como “las diferencias en la capacidad de acceso a las tecnologías de información y comunicaciones de distintos grupos de población en un mismo paíso a nivel internacional” (Agostini y Willington, 2010), y pese a que a través de diversas políticas públicas e iniciativas se ha buscado superar,  ya sea a través de subsidios a la demanda , programas educacionales, fundaciones y otras; esta realidad no deja ser un problema para Latinoamérica.

Lo señalado anteriormente podría llevar a pensar como infructuosos los esfuerzos que en Diplomacia Digital como herramienta de la diplomacia pública y tradicional se ejecuten por parte de las cancillerías latinoamericanas, en el sentido que el diálogo y la retroalimentación con un número significativo de la población no se produciría al no estar dadas las condiciones necesarias de conectividad.

Dicho lo anterior, lo cierto es que las cancillerías no tienen este obstáculo en el uso de estrategias de Diplomacia Digital con los países OCDE y con otras latitudes en que la digitalización y el acceso a las redes se presenta como un activo con altos grados de desarrollo.  Las potencialidades en estos escenarios, al constituir las redes sociales herramientas- canales de difusión de bajo costo, que permitirían un conocimiento mayor de lo que es Latinoamérica, su gente y su cultura, configuran un auspicioso frente para aportar a la reputación y  consecuentemente a la  imagen que se proyecte de ésta.

La imagen país y su relevancia para los países pequeños 
Ya lo señalaba el consultor internacional en marca-país Simon Anholt en su libro “Brand, New Justice” el año 2009, al sostener que para los países menos desarrollados y aun parcialmente desconocidos, la generación de una identidad competitiva internacional, es decir, de una imagen país o región potente se configuraba como un activo de gran valía y como un poderoso motor de desarrollo para las diversas dimensiones involucradas (empresas, turismo, cultura, etc).  Es decir, la imagen país se presenta como una fuente  de riqueza porque ayuda a competir de manera estratégica en el escenario internacional, al respecto ha enfatizado que “antes de que la globalización alcanzara los niveles actuales, ser una nación proveedora de commodities ofrecía algunas oportunidades de ingreso de divisas estable, aunque no fuera la receta ideal para el crecimiento sostenido…. en un mundo interconectado, en el que las empresas dueñas de las marcas más famosas son libres de ir de compras por todo el planeta para adquirir materias primas, plantas de manufactura y mano de obra, ser sus proveedores es un negocio muy riesgoso. Las naciones menos avanzadas suelen enfrentarse a una extinción de sus recursos y, por lo general, tienen un saldo negativo en su balanza comercial. Entonces, si quieren modificar la ecuación, deben entender que la gestión de la marca-país las ayudará” (Anholt, 2004).

Los diplomáticos en este escenario
Las caras visibles de un país en el exterior se convierten en constructores de su imagen de forma intencionada o de manera casual.  Por ejemplo, Pablo Neruda y Gabriela Mistral resaltaron y resaltan la presencia de Chile en el mundo, así como en planos y dimensiones diferentes lo hacen deportistas, empresarios y políticos destacados. Los diplomáticos juegan un papel relevante, atendido su rol de intermediación y articulación de los diversos factores que confluyen en el interés nacional, por cuanto su presencia en diversos países, la lectura de las realidades locales y los vínculos y redes de contactos configuran un escenario ad hoc para transmitir y filtrar mensajes a líderes y audiencias extranjeras, convirtiéndolos en personajes idóneos para una estrategia de posicionamiento en el exterior.

La diplomacia, al igual que otras diversas esferas de la realidad se ve inmersa en nuevas dinámicas socio- culturales que la obligan a responder como una función pública, otrora alejada de la ciudadanía, ahora en permanente validación y buscando al ciudadano en aras de responder a un sentir democrático y a las necesidades reales, no presentándose como una actividad meramente “abstracta” incapaz de superar el cedazo del escrutinio ciudadano al gasto público en misiones, embajadas y personal en el exterior.

Chile, la ACADE y el comienzo del uso oficial de las redes 
En el caso de la Cancillería chilena, el uso de las redes sociales ha sido impulsado desde el año 2011 en la Academia Diplomática “Andrés Bello” (ACADE) a través de la plataforma digital www.apuntesinternacionales.cl. Además de ser el uso de las redes sociales en diplomacia,  parte de la malla de estudios de los futuros diplomáticos.

En la misma línea, diversas representaciones de Chile en el exterior han comenzado a utilizar las redes sociales como un canal de comunicación con sus entornos. Por ejemplo, la Misión de Chile ante Naciones,  @ChileONU,  se constituyó en la primera cuenta oficial de una representación en el exterior en Twitter.  Su primer mensaje fue el 31 de diciembre de 2013.  La iniciativa fue seguida el 19 de febrero de 2014 por el Consulado en Miami (@ConsuladoCMiami) convirtiéndose  en el primer consulado en contar con este medio.   En el caso de Facebook,  existen varias  embajadas y consulados que mantienen cuentas en esta red social. No obstante, el modelo de cada una de ellas es distinto y no se aprovechan las potencialidades de la plataforma.  El Consulado General de Chile en Miami, con 404 likes,  a través de su sitio en Facebook promueve las iniciativas e interactúa con la comunidad. Fue creada el 27 de abril de 2012. Este modelo de página, tipo Fan Page es el recomendado y es el utilizado por aquellas Cancillerías que han abordado el tema de diplomacia digital.  La cuenta del Consulado de Chile en Guayaquil (https: //www.facebook.com/cgchileguayas) fue diseñada bajo la modalidad de “sitio de amigos”.  Mismo caso del Consulado en Nueva York  (https://www.facebook.com/consulado.nycultura) que cuenta con una comunidad de 2.278 amigos y fue creada el 20 de julio de 2010. 

La Cancillería, al igual que una serie de servicios públicos y otros poderes del Estado empiezan a configurar su identidad pública digital, sin embargo por la naturaleza y fines de la primera, una estrategia comunicacional integral se presenta como un imperativo. Ésta se está configurando por la fuerza de los hechos, cual “espiral del silencio” (Elisabeth Noelle-Neumann, 1977), que definirá el clima de opinión sobre la discusión del uso de redes sociales por parte de las misiones en el exterior.  

Experiencias comparadas
Estados Unidos y el Reino Unido son los principales referentes en materia de Diplomacia Digital,  como ejemplo cabe resaltar que éste último cuenta con un portal desde el cual se puede acceder a todas las cuentas en diversas redes sociales (Facebook, Twitter y Flickr) de todos sus embajadores y Misiones.  Además, se informa el tipo de información que se puede encontrar en cada una de ellas.  Asimismo, destaca la existencia de un plan de contingencia o de manejo de crisis en caso de generarse situaciones controversiales.

Ambas potencias cuentan con una fuerte diplomacia y han potenciado su influencia con la adopción de nuevas herramientas que le han permitido estar sintonizados con las nuevas audiencias.  Asimismo, refuerza que el concepto de diplomacia no tiene apellidos, manteniendo la esencia de sus orígenes, pero fortalecida en su acción en este caso, con el uso de las nuevas tecnologías.

Cabe desatacar, que también otras Cancillerías de la región han asumido el imperativo de “exponer” la diplomacia a las redes y a la ciudadanía, ya sea a nivel formativo de sus diplomáticos o en misiones en el exterior como por ejemplo: la de Perú; Colombia; Brasil; y México; que están inmersas en este desafío y que sumado a otras como: la de Uruguay; Costa Rica; y el Caribe; que cada vez denotan mayor interés en sus planes de acción, se configura un escenario que permite hablar de una irrupción masiva de las redes sociales en el trabajo diplomático latinoamericano.

Twitter y la Twiplomacia
En particular, Twitter es la red social que ha tenido mayor impacto en el mundo diplomático, presentándose como un auspicioso medio a través del cual aportar al trabajo individual y corporativo que realiza la diplomacia tradicional. Para hablar de diplomacia a través de Twitter hoy se habla de una “Tuiplomacia” y este sentido el diplomático británico T. Fletcher señala que: “La Tuiplomacia se reduce a la autenticidad, compromiso y propósito. Twitter es más crudo, más humano que la interacción diplomática normal: las personas tienen más probabilidades de prestar atención en éste y de leer sus comunicados de prensa si saben algo acerca de usted como persona. Tenemos que interactuar, no ser meros transmisores. Tenemos que ser actores de la noticia, no solo parte del reportaje, y tener propósitos y no solo lugares comunes.”
Es decir, el carisma que otorga Twitter al trabajo diplomático se ajusta a las necesidades del mundo actual, marcado por la exigencia de transparencia, cercanía e inmediatez y de alguna manera obliga a los diplomáticos a tomar una actitud proactiva para afrontar los desafíos del mundo actual asimilando la encrucijada: adaptarse o desaparecer.

Por último, destacar que más allá de la teorización en torno a los beneficios posibles de la Diplomacia Digital como herramienta coadyuvante de la diplomacia tradicional, lo cierto es que en particular Chile y dadas las externalidades positivas de estas herramientas digitales tales como: acercar a los diplomáticos a la ciudadanía nacional; percibir climas de opinión en diversas audiencias; o facilitar el diálogo con otras sociedades; debe asumir que esta realidad hoy este transitando de una etapa de “incorporación” a un período de “maduración-consolidación” en que el desafío está en proveer de un contenido profundo, estratégico y coordinado del mensaje que el país entregará a través de quienes invisten la representación formal de éste en el exterior, es decir: el Servicio Exterior de Chile.

Cristián Jara
Osvaldo Ojeda

* Artículo basado en publición de igual título aparecida en www.apuntesinternacionales.cl.
http://www.apuntesinternacionales.cl/radiografia-de-la-diplomacia-digital/