Es una diplomacia que busca
articular redes, en un ecosistema que reclama mayor transparencia,
participación y compromiso de los actores públicos.
En
una sociedad global interconectada -caracterizada por la inmediatez y la
abundancia de información-, elementos como la reputación y la imagen país se
han transformado en relevantes al
momento de definir y ejecutar la política exterior.
En
este escenario, una de las tendencias dentro de las cancillerías ha sido incorporar
iniciativas de diplomacia pública como parte de las herramientas al servicio
del quehacer diplomático; asumiéndola como instrumento articulador y gestor del
soft power.
Así
las cosas, la diplomacia pública se presenta como un imperativo y una
herramienta ad hoc para reforzar la imagen
y reputación de un país. Es decir, como una actividad que busca, a través de
diversas variables, potenciar el
prestigio e influencia del país en el ámbito internacional.
La
diplomacia pública además, busca ser más que un instrumento de gestión de
marketing o de mera propaganda. Por lo mismo, ésta no es solo comunicación y se
basa en políticas y acciones concretas con las cuales debe tener coherencia.
Por
otro lado, cabe destacar que el carácter “público” de esta herramienta está determinado
por estar dirigida a la ciudadanía y a la opinión pública, y no por quienes la
ejercen, lo que hace que a diferencia de la diplomacia tradicional pueda ser
realizada incluso por privados. En un sentido amplio, todas las instituciones,
organismos e incluso individuos que tienen algún tipo de proyección exterior
podrían ser considerados protagonistas de la diplomacia pública; llevándonos
obligadamente a concluir que el mayor reto es la coordinación (Valero, 2012).
Ante
todo lo señalado, quienes se encargan de “hacer diplomacia pública en una
cancillería” deben coordinar y generar sinergias de los distintos esfuerzos
públicos y privados que apunten a mejorar los esfuerzos internacionales de un
país.
Oportunidades en su implementación
La
implementación de una estrategia de diplomacia pública brinda, por cierto, espacio
para la innovación y para la utilización de las nuevas tecnologías (redes
sociales), las que aportan al ser instrumentos adecuados para: transmitir los
mensajes; conectar a las comunidades; escuchar las demandas ciudadana; entre
otras utilidades posibles. Además en el caso
particular de nuestra Cancillería, se presenta como una oportunidad para implementar
un trabajo moderno e innovador que vaya más allá del trabajo tradicional y
aporte a superar los prejuicios de la opinión pública en relación al trabajo
diplomático chileno, como por ejemplo, dar una excesiva importancia a temas
protocolares, legales o de tener una mirada demasiado economicista.
Una
estrategia de diplomacia pública permitiría además, conectar distintos nodos
que hoy operan en la consecución de los objetivos de política exterior, desde
el proceso formativo de la Academia Diplomática hasta el trabajo de los
diplomáticos en las distintas representaciones del país en el exterior. Por
otro lado, posibilitaría potenciar el trabajo de construcción de imagen país,
que por naturaleza le compete al Ministerio de Relaciones Exteriores, con
actores que bajo su estructura apuntan a este objetivo, como por ejemplo:
Prochile; la Fundación Imagen de Chile; y la Agencia de Cooperación
Internacional.
Dicho
todo lo anterior, cabe concluir que existe una serie de beneficios posibles en
la inclusión de la diplomacia pública en nuestra acción exterior, siendo
plenamente justificada una evaluación en torno a desarrollar una planificación
estratégica-política respecto de este tema.
Cristián Jara Brito
Osvaldo Ojeda
Osvaldo Ojeda
Felicitaciones por el artículo. Estoy 100% de acuerdo en que necesitamos una planificación estratégica sobre la materia de forma urgente. Sobre todo que se trata de un tema dinámico y que cambia todos los días.
ResponderBorrarOjalá se pudiera elaborar una especie de manual de cortapalos sobre el particular, que mezclara el sentido común con la prudencia y la audacia, que no me parecen incompatibles en este caso. Lo que sí estimo un retroceso es tener que consultar a minrel cada vez que tenemos que dar una entrevista o somos requeridos por la prensa, como se nos instruyó recientemente. Algo así como dos pasos adelante y tres atrás.