Edificio Carrera

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viernes, 14 de marzo de 2014

Un nuevo enfoque para las tareas de la Academia Diplomática (Claudio Garrido y Manuel Lara)

El rol fundamental de las academias diplomáticas ha sido el de formar a los funcionarios de planta de los servicios exteriores de sus respectivos países.  Esta labor se ha sustentado en la premisa de que quienes ejercen la función diplomática son, de manera exclusiva o mayoritaria, quienes pertenecen a ese grupo cerrado.  Sin embargo, la inclusión de un número creciente de actores, estatales y privados, que se sitúan fuera de los ministerios de relaciones exteriores, ha resultado en una merma de la influencia que las academias han tenido en la formación de quienes toman decisiones y ejecutan la política exterior.
  
En efecto, sin distinción de nacionalidad, las academias han ido perdiendo preeminencia en la medida que diferentes agencias del Estado participan activamente en la política exterior y cuentan entre sus filas a equipos de competentes especialistas que participan en reuniones técnicas y que son capaces de negociar acuerdos internacionales en el ámbito de sus competencias. En otras palabras, existe un sinnúmero de funcionarios, incluyendo a aquéllos que provienen de Cancillería pero que no pertenecen a la planta del Servicio Exterior, que ejercen funciones diplomáticas sin que el Estado los considere formalmente como tales.  
  
Para subsanar esta situación, resulta crucial redefinir el concepto de diplomático en un sentido más amplio, tomando en consideración esta pérdida de monopolio experimentada por las cancillerías en todo el mundo en la conducción de las relaciones exteriores del Estado.  En un sentido no restrictivo y dando cuenta de los cambios operados en el sistema internacional, podríamos afirmar que todos aquellos que ejercen funciones diplomáticas son, en la práctica, diplomáticos.  Y en consecuencia, las academias sólo cumplirán cabalmente su función si dan cuentan, debidamente, de los cambios operados en el plano internacional y amplían su visión  incorporando a todos los actores en su labor formativa.  Esto es cierto en la medida que se reconozca que son las cancillerías los órganos llamados a coordinar la labor internacional del Estado.
En Chile, no se ha seguido esta tendencia.  La academia diplomática funciona bajo un esquema de "escuela matriz", seleccionando a un grupo relativamente homogéneo de profesionales, a los cuales dota de herramientas para desempeñarse en Cancillería partiendo del más bajo de sus grados.  No existe otra forma de pertenecer a la élite diplomática, no existen otras vías por las cuales ingresar a la carrera misma.  ¿No es ya hora de que utilicemos bien nuestros recursos, abriendo a la academia diplomática al ingreso de profesionales de otras ramas que dedicarán su tiempo profesional haciendo diplomacia en sus respectivas áreas de competencia? ¿No permitiría ello la existencia de una diplomacia más amplia, más democrática, más integrada con los intereses del Estado y con mayor capacidad de actuar de manera coordinada?.  
La implementación de un sistema nacional diplomático requiere necesariamente para su coherencia y debido funcionamiento que la academia opere como centro de estudios que incorpore y capacite a la totalidad de los diplomáticos, sin distinciones, que representan al Estado y sus intereses en el exterior.

Para avanzar en ese sentido, es esencial potenciar la academia y dotarla del estatus de centro académico y que se transforme en una instancia que congregue a especialistas y a la comunidad en general.  Eso abrirá el espacio para la formación de especialistas, el perfeccionamiento, la capacitación y la posibilidad de incorporar a todos los actores relevantes en el proceso de discusión de la política exterior.

Claudio Garrido
Manuel Lara

2 comentarios:

  1. En general de acuerdo, pero creo que hay que hacer una clara distinción entre quienes tienen funciones diplomáticas como parte de su portafolio, y quienes como el Servicio Exterior, se dedican exclusivamente a las relaciones diplomáticas. Esto es importante, porque de lo contrario sería el fin de la carrera, y creo que hay bastantes razones para explicar por qué es importante mantenerla.

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  2. Concuerdo con Manuel y Claudio sobre la importancia de abrir la Academia a la totalidad del mundo diplomático nacional, incluyendo a los profesionales y administrativos de nuestra cancillería que realizan también importantes labores en la ejecución de la Política Exterior. No creo que haya que temer en el fín de la carrera con esta apertura e integración de personas que puedan entregar su aporte desde otras experiencias profesionales y de vida. Al contrario, refresca la carrera y la potencia. Porqué no podría un profesional de las relaciones internacionales con experiencia en otras instituciones púbicas y privadas, ingresar luego de un proceso de instrucción liderado por la Academia Diplomática a las filas del Servicio Exterior en un grado acorde a su preparación y experiencia? Creo que necesitamos más gente entusiasmada en nuestra profesión, que pueda agregar valor a la política exterior y que no tenga ese temos que muchas veces nos afecta al no querer ser perjudicados en nuestra "larga" carrera diplomática, porque además creo que más que un tema de modernización, al final del día es un problema de actitud.

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