Edificio Carrera

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miércoles, 12 de marzo de 2014

Descomprimiendo el MINREL: un diagnóstico (Patricio Brickle)

Año a año, alrededor de sesenta diplomáticos chilenos retornan al país después de haber permanecido durante cinco años en el extranjero cumpliendo diversas funciones desdibujadas, sin un claro norte. Las expectativas en su país no se diferencian ni se distancian de las que se generaron cuando por primera vez prestaron servicios diplomáticos en una Embajada. No es un secreto que el Ministerio cuenta con un buen equipo de “jóvenes” profesionales diplomáticos que ronda entre los 35 y los 50 años, a los que los “mayores e idóneos” suelen consolarles con expresiones como: “esta es una carrera de largo aliento”, “todos pasamos por lo mismo”, “todavía te falta experiencia”.

El Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile (MINREL) es una institución jibarizadora de las inteligencias deseosas de aportar con sus ideas y la rica experiencia ganada por la fuerza tras sucesivos cambios de países que van conformando eso que se podría llamar espíritu diplomático y que hoy denominan expatriados. Como se sabe, si un diplomático obtiene, por ejemplo, un master o un doctorado en medio-oriente, las posibilidades de que sea enviado a cumplir funciones diplomáticas a la Patagonia argentina es altísima.  Si un diplomático por diez años de su vida vivió en Europa del Este y aprendió la diversidad cultural, social y política de esa región además de alguno de sus idiomas, es prácticamente seguro que a su regreso a Chile será enviado a la Dirección de “Personas y Desarrollo Organizacional” en calidad de Subdirector, cuando le toca la suerte de contar con un puesto de trabajo. A esto se podría llamar no “fuga de cerebros”, sino “desperdicio de conocimientos”. ¿Qué genera esta política de recursos humanos de constantes descriterios? Frustración, letargo, modorra, afeamiento del espíritu. Es un error pensar que la Academia Diplomática de Chile no recluta a los mejores, pues sí lo hace. Solo que la “maquina” de la Cancillería se encargará de fagocitar. Sin embargo, existe algo que podría romper con este destino, con esa fatalidad. Hay un algo que está por sobre los doctorados o por sobre la incorporación de nuevas lenguas que crea, en estricto rigor, el perfil de diplomático. Es la “adquisición” de una cierta sensibilidad del lenguaje internacional, lo que no se aprende leyendo muchos libros de prestigiosos internacionalistas o bien con el hecho de haber vivido muchos años en otros países. Esa sensibilidad es el precipitado de haber pasado por todas las etapas anteriores y por otras más que no son necesarias detallar aquí.  Ese es el expertise de los diplomáticos chilenos y que nadie en el país puede pretender ganar sólo con la obtención de un postgrado o por la excelencia en el manejo de una empresa o la dirección de un instituto o facultad de relaciones internacionales. El expertise del diplomático no está dado porque sepa más idiomas, haya vivido en más países, haya logrado los más altos honores académicos o haya escrito libros en temas diplomáticos. Su expertise está en: saber filtrar, en ser una suerte de bisagra entre lo externo y lo interno. Es un saber dado por la experiencia contando ya con una batería de herramientas politológicas en las cuales  ha sido formado. Y ese expertise obviamente no es valorado en el Ministerio de Relaciones Exteriores, en razón de que es como valorar a un tenista que juega tenis porque juega tenis y se ejercitó para ello. De allí que la Cancillería no sea per se malvada con sus hijos por no poder cumplir con sus sueños, sino que adolece de “imaginación” para potenciarlos.  ¿A dónde llevar ese rico conocimiento, dónde aportar con ese expertise que hace de un diplomático un experto, qué hacer con ello?  Por de pronto, no es el mismo Ministerio de Relaciones Exteriores el lugar propicio para el despliegue de las fuerzas creativas de los diplomáticos.  La imaginación fue el motor del humanismo italiano.

Patricio Brickle

1 comentario:

  1. Perfecto con valorar más ese "expertise" como habilidades blandas que el diplomático va adquiriendo en su carrera. Sin embargo, el desafío es ir un paso más allá y levantar una propuesta para que esta ventaja comparativa del Servicio Exterior pueda ser mostrada, valorada, y que sea de alguna forma reconocida institucionalmente en un proyecto de reforma. Qué propuesta de reforma legal o institucional podría contenerla? Cómo se podría incorporar como criterio de base para definir destinaciones y asignación de funciones?

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