El
diccionario de la RAE define la palabra Embajador/ra en los siguientes términos:
3. m. y f. Persona, entidad o cosa que por
ser característico de un lugar o país, se considera representativo de ellos. El jamón es el embajador de la gastronomía española
Con
cada nueva administración, el proceso de designaciones, confirmaciones o
aceptación de renuncias de Embajadores crea grandes expectativas en todos
quienes estamos vinculados al tema. Para los integrantes del Servicio Exterior,
los citados nombramientos nos acercan o nos alejan de un ascenso en el
escalafón al grado superior y, finalmente, a la opción de culminar nuestra
carrera como Embajadores.
De
ahí que me cause indignación profunda el
uso cada vez más banal que se da al término Embajador/ra. Hace unos años se
usaba solo, por ejemplo, para designar al
“Embajador de UNICEF” y ahí encontrábamos al futbolista Iván Zamorano o
al actor Benjamín Vicuña. Tratándose de un organismo internacional dedicado a
los niños, y a personajes de cierta reputación y trayectoria positiva, uno
podía condescender. Estos días, en cambio, cualquier modelo de turno puede ser
“Embajadora de Crema Nivea”, o del espumante del verano. A eso se suma una
publicidad que recientemente vi en una revista de papel couché, donde locales
comerciales dedicados a productos de belleza eran llamados “Embajadas.”
Este
descargo puede parecer excesivamente purista, teniendo en cuenta que desde un
punto de vista semántico, estos embajadores publicitarios sí representan a un
determinado producto o servicio, de acuerdo a la acepción número 3 de la RAE.
No obstante, el objetivo de esta reflexión es detenernos un minuto a revalorizar
el significado de una palabra que alude a un cargo, a un grado, y también a uno
de los honores más altos de la administración pública, que es representar al
Presidente de la República en el exterior.
El
medio publicitario chileno ha respetado hasta ahora a los grados altos de las
FFAA, como Generales o Almirantes; o bien a los representantes de la curia
eclesiástica, como Obispos o Cardenales. Ignoro si esta omisión se vincula al
respeto, al miedo, o al temor de Dios. Lo que si tengo claro es que es nuestro
deber defender y revalorizar la palabra Embajador/a.
Quienes leen estas líneas
tienen muy claras las labores de un Embajador/a
y cómo éstas tareas parten por representar oficialmente al Estado al cual
pertenece, y se extienden a atender los asuntos de interés
estatal entre el país que representa y ante el cual está acreditado, pudiendo
los tópicos oscilar en materias tan variadas como: política, economía,
comercio, cultura, turismo, tratados, acuerdos, diplomacia pública, etc. En
algunos casos también les puede corresponder intervenir en asuntos o eventuales problemas que afecten a
sus compatriotas en el suelo en el cual desempeña su función de Embajador,
debiendo ante todo velar por la
seguridad y la integridad de estos.
Al concluir este desahogo, no
solo pido más respeto a los señores publicistas, sino que dejo planteada la
necesidad de emprender acciones concretas que nos posicionen ante la opinión
pública, que den a conocer nuestra labor, nuestras funciones y en términos
crudos, nuestra utilidad. Ese acercamiento, que bien se puede hacer a través de
un lobby pagado gremial, es urgente y necesario. En este sentido, la
revalorización del concepto Embajador/a no es relevante solo por y para
defender la imagen del Jefe/a de Misión. Al rescatar este cargo/grado de las
manos de la publicidad estamos todos los funcionarios del Servicio Exterior
poniendo en valor nuestro trabajo, nuestra carrera y también nuestro porvenir,
como futuros Embajadores de la República.
Beatriz de la Fuente
Un antiguo jefe mío decía: si tiene cuatro patas, cola, relincha y corre en el hipódromo, aunque lo llames "mariposa", se trata de un caballo. Me tiene sin cuidado si a los embajadores los llaman "embajadores" o si la nueva ley del Ministerio establece que a los primeros secretarios se los pase a llamar "consejeros"... la reforma va por otro lado.
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